Image Alt

Marruecos

- ¿Hablan español?, escuchamos que una voz femenina y dulce nos preguntaba desde atrás.  Nos dimos vuelta y le respondimos: Sí - ¿Españoles? - No, argentinos. Y los ojos de Boruscha se abrieron como cuando los chicos disfrutan de la magia. Es que Boruscha está acostumbrada a la visita de muchos españoles en su ciudad natal marroquí: Essaouira. Con su pelo teñido de una especie de rojo, su velo amarillo y su vestimenta tradicional inició una conversación que duraría casi cuatro horas. Al principio, debo confesar, no queríamos saber nada con ella. Es que en Marruecos, al igual que en otros países del mundo, muchos viven de acercarse de esta manera a los viajeros. Todo comienza con una sonrisa, una conversación agradable y termina en el ofrecimiento de un hotel, una excursión o en la invitación a pasar por un comercio de alfombras o especias. Pero esta vez fue distinto. O, mejor dicho, creo que terminó de manera diferente a lo que hubiera querido Boruscha.

  ¿Alguna vez pensaron que podía existir una calle solo para perderse? Bueno, no sé si estuvo pensada para eso, pero es la sensación que tuvimos. Como muchos de ustedes saben, los viajes también implican eso: perderse. Creo que es una de las maneras más lindas de viajar: elegir ciertos momentos, dejarse llevar y, de repente, no saber dónde estás. Cuando estamos de viaje (y a veces hasta en nuestra ciudad) nos gusta repetir y llevar a la práctica la frase “Si caminás, pasan cosas”. Cuando tenemos la posibilidad de caminar y perdernos, siempre encontramos una puerta abierta que nos invita a pasar, un aroma a té caliente que nos ofrece sentarnos, y una persona con una historia esperando ser contada. Cuando tenemos la posibilidad de caminar, siempre encontramos detalles que nos hacen imaginar un todo, siempre descubrimos rincones que no aparecen en los mapas y siempre nos perdemos. Así fue como llegamos a la "calle del turrón". Porque nos perdimos.