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África

  Mis manos no se movían. No podía sacar la cámara. Veía muchas “buenas fotos” pero no había caso. Mi cerebro no mandaba la orden. Solo dominaba a mis ojos. Cada imagen que entraba por mi retina disparaba una pregunta, una reflexión. ¿Qué hace toda esta gente todo el día? ¿Solo venden? ¿Cómo viven? ¿Cómo es su vida? ¿Para qué utilizan el dinero? ¿Solo “pasan” el tiempo? ¿Solo “buscan la sombra”, como dice Kapuscinski? Estábamos en una chapa (bus) abarrotada de gente. Mucha más de la que debería entrar según nuestra mirada. Si hay dos asientos, van tres personas. Si hay tres, cuatro. Y si la gente necesita subir, sube. Va parada, apretada, pero sube. Es que sino se sube a esa chapa, posiblemente tenga que esperar horas hasta que pase otra.

  Algunos lugares nos llenan de colores, como pasó con el mar de Quirimbas. Otros, en cambio, sentimos que son para mirar en blanco y negro. No sabemos bien por qué. Puede ser un poco por su historia, por el estado actual de su arquitectura, por las actividades de sus pobladores... Sea por lo que sea, eso es lo que nos pasó con la isla de Ibo, la isla más grande y poblada del archipiélago de las Quirimbas.  

 

  ¿Cuántas veces regalamos juguetes a chicos que ya tienen su habitación repleta de autos, pelotas, muñecos, juegos de mesa y demás? ¿Cuántas veces comprobamos que los chicos se entretienen más con una tapita de gaseosa o con cartones que con los juguetes que cuestan carísimos? Siempre escuchamos decir que una de las mejores maneras de ayudar a que los niños desarrollen su imaginación es dejarlos jugar con lo que tengan a mano (o con lo que se encuentren en el camino). En el norte de Mozambique, durante nuestra visita a las islas, comprobamos que los niños se divierten con lo que encuentran. Los elementos que les brinda la naturaleza no solo sirven para comer o construir sus casas, sino también para armar juguetes y divertirse. Bueno, en algunos casos complementan lo que la naturaleza les brinda con otros elementos como telas y latas. Un nuevo ejemplo de que la necesidad es la madre de todos los inventos. Autos y más autos.

      El domingo es un día especial. Para bien o para mal es un día que no pasa desapercibido para la mayoría de las personas. Para algunos es triste, aburrido y deprimente. Es el comienzo de una nueva semana llena de obligaciones y rutina. Para otros, en cambio, es el día para disfrutar de una buena comida en familia, salir a pasear, recorrer algún sitio especial y recibir la semana con una sonrisa (aunque deseando que el fin de semana se estire un poco más). En Maputo, al igual que en varias ciudades del mundo, muchos de sus habitantes eligen pasar el día en familia o con amigos. Para eso, uno de los lugares favoritos es la costanera y su mar. La familia en pleno momento “romántico”.  

Siempre escuchamos hablar sobre los viajes “en el tiempo” y lo bueno que sería ir y volver de un año a otro cuando quisiéramos. Pero nunca se habla de los viajes en el espacio. No me refiero a los viajes “al” espacio, sino “en” el espacio. Muchos me dirán que estos viajes ya existen: son los que hacemos si nos desplazamos, por ejemplo, de una ciudad a la otra o de un país a otro gracias a los medios de transporte modernos, como el avión. Sí, esos sí existen. Pero yo me refiero a otros. ¿Se imaginan caminar unas cuadras y estar en una ciudad, dar vuelta en una esquina y aparecer en otra, andar tres cuadras más y sentirte en otra ciudad? Bueno, algo así ocurre con Maputo. Por eso digo que es como hacer un viaje “en el espacio”. Ya les dije que amo la geografía urbana, no? A veces parece alguna ciudad de India…