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Timóteo o Acesita, la semilla de nuestro proyecto

 

La ciudad de Timóteo (se pronuncia Chimóteo) se encuentra en el estado de Mina Gerais. Después de 10 horas de bus desde Río de Janeiro, en el que casi no pudimos dormir (Dino sí pudo…) por unos nenes que lloraban y por la música fuerte de algún pasajero, llegamos a la ciudad de los papás de Luis. La bienvenida fue tan linda y amigable que pronto nos olvidamos del trayecto y disfrutamos un desayuno riquísimo en la terraza de la casa, con unas vistas hermosas de la montaña y parte de la ciudad.
La casa de la familia es muy linda y está pensada para colaborar con la protección del ambiente. Por ejemplo, hay paneles solares para calentar el agua, un pozo que acumula el agua de lluvia para reutilizarla y dos botones en el inodoro: uno con una descarga más fuerte y otra con una más liviana, de esta manera se usa el botón que uno necesita según lo que haya que hacer desaparecer.

A Timóteo también se la conoce por el nombre de Acesita, porque en la década de 1940 se instaló la empresa de acero Acesita (Acos Especiais Itabira). Como en muchas ciudades de la Argentina, a partir de la instalación de esta empresa creció y se expandió la ciudad. Muchos trabajadores se instalaron en la ciudad con sus familias y la empresa se encargó de crear o contribuir a la creación de gran parte de la infraestructura urbana y los servicios necesarios. Con el transcurso del tiempo, la actividad industrial siderúrgica se expandió y con ella, el tamaño de la ciudad. Desde 1992, la empresa se privatizó, pero todavía muchas personas trabajan en ella o en alguna actividad relacionada con la misma.

Luis, Andrea (la mamá) y Paulo (el papá) nos tenían preparado un día de sorpresas y emociones. Después del desayuno y la ducha nos fuimos hacia la zona rural de la localidad de Antônio Dias (a 35 km de Timóteo). El paisaje era hermoso, con montañas cubiertas de vegetación, camino ondulado, curvo y algo peligroso, y un suelo rojizo. Primero llegamos a la finca del tío Xéu y doña Zinha, toda una experta en el arte de pelar naranjas. Allí nos recibieron varios integrantes de la familia de Luis, como Concepción, Aparecida y Zé, con una sonrisa y un almuerzo abundante, variado y muy delicioso.

La cocina era amplia, con una mesa grande cubierta de ollas desde las que salían olores tentadores para el espíritu (y el estómago). La costumbre es que cada uno tome su plato y se sirva lo que quiera las veces que guste. Algunos comieron sentados en la mesa y otros un poco más alejados, pero todos conversaban muy alegremente.

Con la panza bien satisfecha nos fuimos a la primera escuela rural donde Dino iba a debutar con sus shows de magia. Él lo contará en otra entrada, pero yo sólo les adelanto que fue realmente algo muy emotivo y gratificante. Muchas veces, con un pequeño gesto podemos dar tanta felicidad que ni nos imaginamos…

Después de esta primera parada, seguimos viaje por las montañas. El camino se hacía cada vez más complicado, pero el auto y el papá de Luis lograron sortear todas las pruebas y llegamos a Biboca, donde estaba, en el medio de la nada, otra escuela.

Como en todas las escuelas rurales, las aulas tienen alumnos de varias edades y los profesores cumplen varios roles. Por ejemplo, en este caso, además de darles la merienda (palta con azúcar, como si estuviera mezclada con leche), los llevan y los traen. Todos los chicos en esta escuela tienen edades que van desde los 4 a los 8 años y viven en casas aisladas pero relativamente cerca de la escuela. Esta segunda presentación también fue un éxito y los chicos estaban felices, igual que nosotros.

Cuando llegamos a Biboca el tiempo se puso más feo de lo que ya estaba y pensamos que iba a llover. Si ocurría esto íbamos a tener un problema, porque el camino iba a ser intransitable. Por suerte, las nubes aguantaron y hasta tuvimos tiempo de conocer la Laguna de Teobaldo, casi en lo más alto de las montañas.

En el camino de vuelta hicimos una nueva parada en la finca del tío Xéu y esta vez nos esperaban con una abundante y rica merienda. Para despedirnos, Dino les hizo magia a ellos y se quedaron muy contentos.

Para terminar el día, fuimos a cenar a lo de la abuela de Luis, Irinéa, donde conocimos a sus tíos y primos. Esta vez se sumó Bruna, la hermana de Luis que llegó esa noche de Belho Horizonte. La cena fue, otra vez, muy rica y todos fueron muy amables con nosotros. No tenemos más que palabras de agradecimiento hacia toda la familia.

Nuestro segundo día en la ciudad comenzó con la visita a otra escuela. Esta vez, una escuela pública del centro de Timóteo. Al principio nos “asustamos” un poco porque eran chicos más grandes, de entre 13 y 16 años, con cara de no tener muchas ganas de escucharnos. Pero después todo fluyó tan bien que fue un placer. Luis hizo nuevamente de traductor y creemos que es todo un experto en el manejo de grupos escolares. Primero les contamos un poco sobre nuestro viaje, nuestra idea sobre el mundo y las personas que lo habitan y después nos hicieron preguntas. Obviamente no faltó la relacionada con el mundial, pero decidimos abstenernos de contestar…

Al mediodía volvimos a la casa, almorzamos otra vez comida riquísima que preparó Andrea y nos tomamos la tarde para descansar, escribir y disfrutar de la vista desde la terraza. Al atardecer, Dino se fue a jugar al fútbol con Luis y a la noche fuimos a cenar a la casa de otras tías de Luis (sí, tiene muchos tíos!) donde continuamos conociendo gente y probando comida muy gustosa. Queremos agradecerles todo el cariño, la amabilidad y los regalos con que nos recibieron estos días. Gracias por todo!!

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