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Veo Veo #5: una taza de té que nunca fueron tres…

– ¿Hablan español?, escuchamos que una voz femenina y dulce nos preguntaba desde atrás.  Nos dimos vuelta y le respondimos: Sí
– ¿Españoles?
– No, argentinos.
Y los ojos de Boruscha se abrieron como cuando los chicos disfrutan de la magia. Es que Boruscha está acostumbrada a la visita de muchos españoles en su ciudad natal marroquí: Essaouira. Con su pelo teñido de una especie de rojo, su velo amarillo y su vestimenta tradicional inició una conversación que duraría casi cuatro horas.
Al principio, debo confesar, no queríamos saber nada con ella. Es que en Marruecos, al igual que en otros países del mundo, muchos viven de acercarse de esta manera a los viajeros. Todo comienza con una sonrisa, una conversación agradable y termina en el ofrecimiento de un hotel, una excursión o en la invitación a pasar por un comercio de alfombras o especias. Pero esta vez fue distinto. O, mejor dicho, creo que terminó de manera diferente a lo que hubiera querido Boruscha.


Una de las cosas que más nos sorprendió fue su español. Realmente lo pronunciaba muy bien. Conversamos sobre nuestros países, sobre sus proyectos, sobre la religión y sobre la comida. Después de este tema llegó la invitación: «¿Por qué no se vienen a tomar una tasa de té a lo de mi amigo? Tiene un negocio de especias que les va a encantar».
Lo dudamos, mucho. Primero, porque conocimos varias historias que terminaron mal. Segundo, porque como nunca compramos nada, porque siempre andamos con lo justo, nos da pena que los “vendedores” hagan semejante esfuerzo y pierdan el tiempo con dos futuros falsos clientes.
Pero después de explicarle que no íbamos a comprar nada y que nuestras intenciones en la ciudad iban por otro lado, ella siguió insistiendo y nos convenció.
Caminamos por calles angostas, bastante alejadas del centro de la medina, hasta que llegamos a una especie de mercado. Uno de los puestos de especias del mercado era de su amigo. Pasamos del otro lado del mostrador y nos maravillamos con la cantidad de especias, ramas, hojas y animales que había. “Los animales, como los camaleones, se comen a los bichos y cuidan las especieas”, nos explicó Mohamed, el dueño del local. Aunque nunca sabremos si su nombre verdadero era ese, porque todos en Marruecos parecen llamarse Mohamed o Fátima.

Las fotos no son las mejores, pero están a modo ilustrativo. Especias, balanza y Dino con el camaleón.

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Después de escuchar las explicaciones sobre las bondades de algunas hojas, Mohamed nos ofreció una tasa de té. Uno de los ingredientes de la gastronomía árabe que más me gusta es el té. No sólo por su sabor (en el caso marroquí el té más tradicional es con muchas hojas de menta y mucha azúcar) sino también por el ritual de servirlo. Al más entrenado de nosotros se nos caería la mitad del agua fuera de los vasos. Mohamed apareció con una bandeja llena de vasos y el agua en su punto justo de hervor. En este caso no íbamos a probar el típico té marroquí sino una mezcla de especias que es la vedette del local. Tomó la pava, extendió su brazo hacia arriba y a una distancia de unos 50 cm comenzó a volcar el agua caliente sobre los vasos, mientras su brazo realizaba movimientos rítmicos hacia arriba y abajo. El sonido del agua rebotando sobre el vidrio y el aroma de las hierbas comenzaron a invadir el pequeño local. Fue un lindo momento.

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Entre charlas, clases de árabe (como era una de nuestras primeras ciudades, aprovechamos para que nos explique las palabras básicas que siempre aprendemos en cada país), té y especias se pasaron más de tres horas. Llegó el momento de despedirnos y no atinaron a querer vendernos nada. Se dieron cuenta de que era imposible.
Pero esa taza de té que compartimos fue una taza de té como desconocidos. Según una creencia extendida en alguno países árabes (sobre todo Pakistán y Afganistán), cuando tomás la primera taza de té con un árabe para hacer negocios (que en este caso, no salieron) lo hacés como desconocido, cuando tomás la segunda, lo hacés como un amigo y, cuando tomás la tercera, lo hacés como de la familia.
Nunca llegamos a ser más que desconocidos con Mohamed y Boruscha, pero a pesar de ese desconocimiento mutuo, logramos compartir más de tres horas intensas y con gusto a té.

Aprendiendo árabe.

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Algunas fotos de los alrededores.

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BONUS TRACK

Pueden conocer la historia de las recolectoras de té en Sri Lanka (Ceylán) en este link. Me tomo cinco minutos… me tomo un té.

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Este post forma parte de una nueva sección llamada Veo Veo. ¿Qué es Veo Veo? Es un juego para conocer lugares, costumbres e historias de muchos lugares del mundo a través de los relatos de varios viajeros. Se realiza una vez al mes y las temáticas se eligen en el grupo Veo Veo de Facebook. ¿Querés sumarte? Todos pueden participar. Toda la información en ese grupo. También podés seguir los avances en twitter con el hashtag #veoveo. Los dos primeros #veo veo están publicados en mi blog personal: www.aldanachiodi.com

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