Atacama, colores del desierto
¿Existe un lugar en el mundo donde nunca (o casi nunca) llovió? ¿Donde el cielo es infinitamente limpio y estrellado? ¿Hay un lugar en el mundo con oasis y paisajes arrolladores?
Sí, existe: es el desierto más árido del mundo, el desierto de Atacama.
Decir que los desiertos son áridos puede sonar reiterativo, pero es que el desierto de Atacama es muy árido. Es el desierto del mundo donde nunca o casi nunca llovió. Esto contribuye a su cielo limpio y estrellado y a la instalación de observatorios astronómicos en la zona. Pero eso se los cuento en otro post.
La semana pasada participé en un blogtrip organizado por Lan Argentina y el hotel Tierra Atacama, como representante de la red viajAR. El objetivo era conocer y dar a conocer un destino que, a la postre, me resultó increíble y sobrepasó mis expectativas.
Besa mi Chile cobre y mineral
Ni bien puse un pie en el estacionamiento del aeropuerto de Calama, no pude más que observar una innumerable cantidad de camionetas color rojo, tanto estacionadas, como yendo y viniendo. A mi pregunta me respondieron: pertenecen a las mineras.
Claro, es que en esta zona de Chile la industria minera para la extracción de cobre es muy importante, siendo unas de las actividades económicas que sostienen al país y justo aquí, en Calama, se encuentra la mina a cielo abierto más grande del mundo: la mina de Chuquicamata.
San Pedro de Atacama
Luego de aterrizar en Calama, nos recogieron en el aeropuerto y nos fuimos directamente hacia el hotel en San Pedro de Atacama (2480 msnm), a 104 Km. Nos recibieron de maravillas, nos alojamos y partimos hacia el pueblo, algunos en bicicletas del hotel y otros, caminando, para conocerlo, sacar algunas fotos y disfrutar un poco del tiempo libre, de su gente y de su arquitectura. San Pedro es hoy un pueblito muy turístico, extremadamente turístico, en el sentido de que está lleno de hostales, bares, venta de artesanías y casas que ofrecen las distintas excursiones por la zona.
Lo curioso de este pueblo no es lo que es hoy, sino cómo nació y creció: en medio de un oasis. Si uno se aleja unos pocos metros del pueblo, inmediatamente cae en la cuenta de que está en pleno desierto, que el paisaje cambió de repente, como cruzando una línea imaginaria dibujada con un lápiz, y lo que estaba poblado y con vegetación, es ahora desierto absoluto. El contraste resulta total.
Zona céntrica en el pueblo de San Pedro de Atacama.
Los muros de la Iglesia de Atacama datan de 1744.
Miradores de la cordillera de sal
Al otro día, temprano por la mañana y luego de un excelente desayuno en el hotel, partimos en una van rumbo a los miradores de la Cordillera de Sal, un verdadero paraíso para el aficionado a la fotografía. Sólo disparar alcanza y sobra para obtener una postal.
El Valle de la Luna, el anfiteatro, la Cordillera de Sal, la de Domeyco y la de los Andes: para donde miremos, la vista sorprende y el silencio acompaña la inmensidad del paisaje. Si quisiera resumir lo que sentí estando allí parado, como detenido en el tiempo, es una total vulnerabilidad frente a la naturaleza.
Siempre en el camino, vayas a donde vayas y como una figura omnipresente estará ahí, vigilando atento, cuidando el orden natural de las cosas: el volcán Licancabur («Montaña del Pueblo», en la lengua cunza). Nuestro vehículo giraba a la derecha y él estaba ahí. Más tarde giraba a la izquierda y él estaba ahí. Sólo había que girar la cabeza para acá o para allá y él estaba ahí.
Era tal su omnipresencia que sólo entrar a mi habitación, la número 10 del hotel, él se erguía desde el enorme ventanal como recordándome quien manda. Es que el hotel está pensado y construido como si fuera parte del paisaje, hasta los materiales utilizados respetan la impronta del desierto, un lugar único dentro de otro lugar único.
Salar de Atacama y reserva de los flamencos
Por la tarde y luego de un agradable almuerzo y un reparador descanso, de camino al salar de Atacama, nos detuvimos en Toconao, un típico Aillo («comunidad agrícola», en cunza) atacameño donde conocimos a Luisa, una toconara que nos contó cosas de su vida y nos mostró su negocio de artesanías en piedra, famosas en la zona.
Existen varios Aillos en la zona y cada uno sigue las leyes ancestrales donde los más viejos de la comunidad deciden sobre el destino de lo que allí dentro suceda. Todos ellos se pueden visitar.
Seguimos viaje hacia el Salar de Atacama (a unos 40 km al sur de San Pedro de Atacama), uno de los más grandes salares del mundo con sus 3000 km2. Posee el 25% de la reserva mundial de litio, además de borax y potasio. En su superficie se encuentran algunas lagunas, siendo la más conocida la de Chaxa, que forma parte de la Reserva Nacional Los Flamencos.
Todos dicen que visitar el salar para ver la puesta de sol es una experiencia inolvidable y, definitivamente, lo es. Con sus lagunas que albergan bandadas de flamencos, la caída del sol es sencillamente maravillosa.
Me fui a dormir con los ojos llenos de hermosas imágenes. Fue una noche reparadora para poder seguir al otro día disfrutando las maravillas de Atacama. En unos dás, la segunda parte de este viaje.
Datos útiles
¿Cómo llegar a San Pedro de Atacama?
Desde Santiago de Chile a Calama son dos horas de vuelo.
Desde Calama hay que tomar algún servicio de transfers, taxis o alquilar un jeep o camioneta. También se pueden tomar buses que salen cada dos horas. Claro que otra opción es hacer dedo, aunque la mayoría de los vehículos son turísticos o de las mineras.
En caso de ir en auto particular, tomar la ruta 23 hacia el sur para entrar al Salar de Atacama desde su borde oriental, por la laguna Chaxa. Otra alternativa es la ruta B241 que lleva al Valle de la Luna y pasa por la orilla occidental del salar.
La excursión al salar se puede hacer en bicicleta. Se alquilan en varios puntos de San Pedro de Atacama.
Fuimos invitados por el hotel Tierra Atacama para realizar las excursiones pero Magia en el Camino mantiene todo el control editorial de lo publicado en este sitio.