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Botswana

  Me siento una privilegiada. Estoy en el campamento Linyianti, en el Parque nacional Chobe, sentada frente a una mesa escribiendo para el blog. Frente a mi se extiende una llanura con una laguna cubierta de verde. Escucho sonidos de hojas que se rompen y pisadas en el agua. Es un grupo de cinco elefantes, tres adultos y dos pequeños, que se bañan, comen y toman agua a menos de 10 metros del lugar en el que me encuentro. Increíble. Me distraen tanto que ni siquiera puedo concentrarme en lo que quiero escribir. Pero quiero escribir. Así que mejor que me concentre. Con la luz del día todo se ve mejor Siempre que llegamos a un lugar de noche (aunque tratamos de no hacerlo a veces pasa) decimos la frase que titula este texto. Cuando llegamos esa noche después del autostop el conductor se bajó en su casa y le dio el volante a la mujer pasada de copas (borracha). Estaba muy oscuro así que no pudimos ver bien dónde se bajó pero para llegar a su casa nos metimos en caminos de arena/tierra. Después, ella tomó el volante y nos preguntó dónde queríamos ir. Nos miramos y le dijimos casi al mismo tiempo: “al centro”. Claro, pensamos que al ser un lugar desde donde salen todas las excursiones hacia los principales destinos turísticos del país tendría un “centro” como los del sudeste asiático (y gran parte del resto de Asia): con hostels o guest houses económicas, con bares y restaurantes para comer algo, con lavanderías, con agencias de viajes una al lado de la otra, con locutorios y tiendas de recuerdos. Pero no. No había nada de eso. “Este es el centro”, nos dijo. Miramos por la ventanilla y solo vimos una estación de servicio Shell, un local de comidas 24 horas (nos salvó) y algunos negocios cerrados. Nos bajamos, dimos un giro de 360 grados sobre nuestros pies y vimos un hotel. No nos quedó otra que, después de conseguir un descuento, pasar la noche allí. Eran más de las 11 de la noche y el día de dedo había sido agotador. “Con la luz del día todo se ve mejor”, pensamos, cenamos algo y nos fuimos a dormir.

  Todos tenemos un niño dentro, los magos tenemos 2 y de safari… ya somos 3... Algunos párrafos sueltos sobre mis experiencias: El olor del combustible Los elefantes nos ven como una sola cosa, como una unidad. Eso nos dijo el guía del safari antes de salir. El olor a combustible del vehículo impedirá que nos puedan oler. Menos mal, porque los elefantes africanos son extremadamente agresivos. De bajarnos del auto, a la distancia que estuvimos de ellos, no teníamos chance de sobrevivir. Una tarde pasó uno tan cerca de nuestra carpa, en Linyanti, que pensé que nos iba a oler y se iba a enloquecer. Por suerte decidió seguir su paso hacia la copa de un árbol para comer. Son enormes. Los machos andan solos y las hembras con las crías. Al año, los elefantes machos abandonan la organización matriarcal y comienzan su vida adulta. El Parque Nacional Chobe es un lugar ideal para disfrutar de estos animales. Hay montones de ellos y destruyen todo a su paso. La escenografía del parque lo demuestra con miles de árboles derrumbados. Sus excrementos, del tamaño de una cabeza humana, completan la escena. Los hay por doquier. Es un espectáculo increíble verlos caminar solos o de a muchos, grandes o pequeños. Si nos acercábamos demasiado con el todo terreno se ponían nerviosos, agitaban la cabeza, levantaban la trompa para olernos y hacían ruido. Cuando daban dos pasos hacia nosotros, me sentía completamente vulnerable. Su poder es inmenso, bestial. Podían dar vuelta al 4x4 como yo doy vuelta una hoja de papel. Si estaban sobre el camino, siempre esperábamos que se muevan. ¿Qué sentí? Respeto, o si lo prefieren, cagaso. Qué belleza. ¡Al fin y al cabo siempre le buscan la 5ta pata al elefante!

 

  Mientras de día prevalece el silencio, la noche le da paso al sonido: ramas que se rompen, pisadas, “voces” de animales, movimiento del agua. Nosotros, dentro de la carpa, tratamos de conciliar el sueño pero es difícil. Nuestras cabezas no pueden dejar de imaginar qué es lo que está pasando allá afuera. Lo sabremos al otro día cuando al salir de la carpa nos sorprendan estas huellas en la arena.

  Nunca pensé que iba a escribir esto. Los que más me conocen o hace tiempo que leen el blog saben que el fanático de los animales es Dino. Yo siempre traté de huirles. Pero el último 24 de septiembre algo cambió. Fue la primera vez que participé en un safari. Fue en África (tenía que ser en África), más precisamente en el Parque Nacional Chobe, en el norte de Botswana, en los campamentos de Savuti y Linyanti, a donde llegamos gracias a skl group of camps. Fue emocionante. Nunca pensé que podía sentir lo que sentí al ver a la naturaleza “trabajando” en su estado más puro. Mientras, nosotros éramos simples y privilegiados observadores.

  El éxito o el fracaso de un safari depende mucho de la suerte. No digo en un cien por ciento, porque también influye la habilidad del guía para leer las huellas y señales que van marcando los animales en su búsqueda de comida o en sus traslados. En nuestro primer día de safari en Savuti se combinaron las dos cosas de la mejor manera posible: nuestro guía Josiah agudizó sus sentidos y la suerte estuvo de nuestro lado.

  (cuando se publique esta entrada vamos a estar en medio del Parque Chobe, con los animalitos!) Uno de los primeros consejos que siempre damos y que escribimos hace ya un tiempo en nuestros tips sobre autostop es que debemos averiguar las particularidades de cada lugar. Es un consejo muy útil en Botswana. ¿Por qué? Porque muchos hacen dedo. Sobre todo las personas con menos recursos. Pero hay un detalle. Casi siempre es por plata. Tanto en la ciudad de Gaborone (la capital) como en las principales rutas que unen pueblos y ciudades existen  los llamados hiking spots. Estos lugares no son más que dársenas donde las personas se paran para hacer dedo. Allí también paran los buses (por si no conseguis quien te lleve y te decidís por seguir el camino en bus). El gesto que utilizan es un brazo estirado hacia adelante y un movimiento leve de la mano hacia arriba y abajo (como pidiéndole al auto que pare). Por lo tanto, es un país acostumbrado al autostop así que será fácil hacerlo. Lo más complicado puede ser encontrar quien te lleve gratis. Preparando el cartel para llegar a Palapye, lugar donde la ruta se divide en dos caminos. Uno rodea al salar de Makgadikgadi por el norte y el otro, por el sur. No sabíamos por cuál ir. Lo decidimos en el camino.

 

  Gaborone nos gustó y nos sorprendió. No sé bien por qué. Creo que porque nos imaginábamos algo totalmente diferente. Bueno, en realidad no sé qué me imaginaba de la capital de Botswana, pero me sorprendió. Imagínense una ciudad en una zona árida. Luego, piensen en que casi todas sus veredas tienen arena o tierra. Pero que a la vez hay muchas avenidas (algunas parecen rutas). Piensen que además del "centro" propiamente dicho, donde se encuentran las oficinas y administraciones gubernamentales, hay muchos otros centros. ¿Pero saben quién es el "centro" de esos centros? Un shopping mall. Así es. La ciudad parece organizarse alrededor de cada shopping. Hay muchos. Cerca de ellos se encuentran los complejos habitacionales. Algunos son de mayor categoría que otros, pero siempre están cerca de un shopping. Así podría describir cómo se estructura la ciudad. Pero también tiene otras cosas. Uno de los shoppings.