El mercado de pulgas, otro rincón de Buenos Aires
[sg_popup id="2" event="onload"][/sg_popup] Siempre me gustaron los mercados. Tienen una mezcla de local y extranjero, de antiguo y moderno, de cotidiano e inusual, de arrabal, de chamuyo, de regateo… Siempre me gustaron las antigüedades. Nunca supe por qué. ¿Será que me imagino quién usó esos objetos en el pasado y comienzo a hilar historias sobre eso? Puede ser. ¿Será herencia paterna? Puede ser. Lo cierto es que me gustan y cada vez que puedo chusmear entre las antigüedades lo hago. No les voy a decir que me gustan todas las antigüedades. Hay algunas que me parecen un poco “tétricas”. Pero en general, es algo que me entretiene. En casa conservo varias, por ejemplo, una radio de mi abuelo paterno que no conocí y una plancha que se usaba con carbón. No puedo dejar de imaginarme a las señoras planchando con semejante objeto, pesado y caliente, o a mi abuelo escuchando los partidos de Boca y las carreras de fórmula 1 en esa radio. Si juntamos los mercados con las antigüedades tenemos como resultado un Mercado de pulgas. Street art en el estacionamiento del predio del Mercado de las Pulgas, en Buenos Aires.