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Lugares de la memoria (recorrido alternativo por Buenos Aires)

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“La memoria apunta hasta matar a los pueblos que la callan y no la dejan volar libre como el viento”. (León Gieco)

Se acerca otro 24 de marzo. En la Argentina, es el Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia. Esta fecha se relaciona con lo ocurrido durante la última dictadura militar en el país. Para mi es un día especial. Me genera muchos recuerdos y muchos interrogantes. Entre el revuelo de ideas en mi cabeza hay una que se posa directo en el teclado: me dice que hay un libro, escrito hace ya unos años, sin publicar, donde trato de descubrir los lugares de la memoria en el espacio urbano. Pensé que es una buena oportunidad para contarles de qué se trata e invitarlos a descubrir esos lugares de la memoria que nos rodean, no sólo a los locales, sino también a los viajeros que llegan de visita y que, posiblemente, nunca se les ocurrió mirar la ciudad desde sus lugares de la memoria.

Las paredes de la ciudad forman parte de esos lugares de la memoria. En este caso, un stencil que representa un auto ford verde usado en la última dictadura militar para realizar, entre otras cosas, secuestros en la vía pública.

 

Siempre me llamó de una manera especial el tema de la memoria, tanto individual como colectiva. Mi parte de geógrafa social hizo que me inclinase hacia los conceptos de espacio y de lugar, así que hace un tiempo ya largo que los lugares de la memoria dan vueltas en mi cabeza y suman fotos y libros en mi biblioteca. Pero… ¿qué son estos lugares? Son aquellos espacios, públicos o privados, abiertos o bajo techo, que están destinados al recuerdo y a la conmemoración de las víctimas de diferentes hechos que ocurrieron en el transcurso de la historia. Aunque a mi me gusta ampliar un poco esta definición y no sólo circunscribirla a hechos trágicos.

Las ciudades están llenas de lugares de la memoria y si bien la mayoría se relaciona con museos o monumentos existen muchos otros lugares que adquieren el estatus de “lugares de la memoria” simplemente porque allí ocurrió algo que originó que la percepción social del lugar sea diferente. Buenos Aires tiene muchos de esos lugares y una opción para recorrerla desde otra perspectiva es descubrirlos.

 

La agrupación Barrios por la Memoria y la Justicia coloca baldosas en aquellos lugares donde ocurrieron secuestros durante la última dictadura militar. Esa vereda, con esa baldosa, ya tiene un nuevo significado y es un lugar de la memoria.

 

¿Por qué lugares?

El lugar es el sitio en el que los acontecimientos ocurren. El lugar por si mismo no tiene un significado especial, pero adquiere significado e importancia a partir del momento en que se produce en ese lugar un acontecimiento. El concepto de lugar incluye una serie de relaciones sociales que lo configuran, le dan simbolismo y le imprimen sus características particulares.

El antropólogo francés Marc Augé desarrolla el concepto de los no lugares. Los define, principalmente, como aquellos lugares que no son antropológicos, en los que no se producen los fenómenos de identidad y relación social, en los que predomina la soledad y el anonimato. Desde un punto de vista objetivo, los aeropuertos o los shoppings (los dos no lugares más tradicionales) son, efectivamente, iguales para todos: su estructura, su funcionamiento, las leyes que hay que respetar, la forma de actuar, etcétera es igual en el aeropuerto internacional de Buenos Aires, en el de Madrid o en el de Beijing. Pero desde un punto de vista subjetivo, ese mismo aeropuerto o shopping puede estar lleno de significado y subjetividad para cada persona en particular.
Uno puede pensar que los monumentos o los museos que conmemoran acontecimientos o personas también pueden pasar a ser no lugares, sobre todo ante la indiferencia que su presencia en el espacio urbano genera a los habitantes de la ciudad. En un sentido general, esta afirmación es verdadera, ya que los monumentos sufren la misma suerte que cualquier otro objeto del espacio urbano al que nos acostumbramos a ver: nos llama la atención las primeras veces que lo vemos, pero al cabo de un tiempo, pasa a formar parte de nuestra visión cotidiana y deja de tener el sentido con el que posiblemente fue colocado en ese lugar (¿Nunca pusieron un papel con un recordatorio en la puerta de salida o en la heladera y al cabo de unos días no sabían ni que estaba allí? Lo mismo ocurre en el espacio urbano). En un sentido más particular, ese monumento seguirá siendo importante para las personas ligadas, de una manera u otra, con el acontecimiento o personaje que desea preservar, al igual que ese aeropuerto o shopping puede seguir siendo significativo para una persona por algo que allí haya ocurrido.

Paseo de los Derechos Humanos en el Parque Indoamericano.

 

¿Por qué de la memoria?

Algunos autores plantean la existencia de un modo histórico de construir la memoria, basado en la objetivación de la memoria en determinados dispositivos, como los monumentos, los archivos, los museos, etcétera. De esta forma, solo habría memoria en aquellos lugares que se institucionalizan para ello. Son lugares establecidos, oficiales, impuestos “desde arriba”, ya sea desde el poder oficial o desde alguna organización no gubernamental. Pero otra forma de construir la memoria es considerar que toda la ciudad puede ser un lugar para la memoria, que puede tener un significado colectivo, que surge desde abajo, como cuando ocurre un hecho determinado, como la muerte de dos jóvenes por la policía en un puente (como el caso de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, en Buenos Aires). Un puente que hasta ese momento era un objeto más del espacio urbano, por donde todos los días transitaban miles de peatones y vehículos. Pero desde la muerte de los jóvenes, ya no fue el mismo puente. No solo porque espontáneamente sus allegados dejaron huellas en ese lugar, como carteles e inscripciones, sino porque pasó a ser el lugar para el recuerdo. El recordatorio de ellos, como jóvenes, como militantes, pero también el recuerdo de un momento histórico particular del país, de la manera en que actúan, en general, las fuerzas de seguridad, que deberían protegernos.

 

EL Grupo de Arte Callejero realiza intervenciones urbanas y generan más espacios de la memoria. En este caso, en la estación Avellaneda, en 2011, cuando se cumplieron 9 años del asesinato de Darío y Maxi. Proyecto: Estación Darío y Maxi.

Lo mismo ocurrió con el altar que, espontáneamente, se formó en la calle del barrio de Balvanera donde el 30 de diciembre de 2004 se produjo el incendio en un boliche bailable que produjo la muerte de 194 personas. Por esa calle pasaban autos, colectivos y casi nadie sabía que detrás de esas puertas había un local bailable donde se realizaban recitales, hasta que ocurrió la tragedia y surgió el altar y la conmemoración a esas personas y sus vidas.

El primer altar espontáneo.

El altar que los familiares y amigos construyeron frente al lugar de los hechos.

Las zapatillas como símbolo de juventud «rockera».

 

 

¿Y lo individual?

Además de estos espacios, ya sea establecidos “desde arriba” o “desde abajo”, existen en la ciudad distintos lugares que pueden pasar a ser lugares de la memoria para cada persona en particular por su historia personal. No siempre tienen que estar relacionados con hechos de muerte o de represión, aunque son los más comunes. Pero, en este plano más personal del que hablamos, cualquier rincón puede convertirse en un lugar de la memoria. El bar donde todos los jueves se junta un grupo de amigos no es un bar cualquiera para ese grupo de amigos. No sienten lo mismo cuando pasan por la puerta de ese bar que cuando pasan por la puerta de otro bar. La vereda en la que jugábamos de chicos, no tiene la misma significación que la vereda donde está el supermercado al que vamos ahora.
Los mapas sensoriales o personales que se usan en muchas técnicas de escritura creativa están basados esta idea/teoría. Sería como hacer un mapa de los espacios de la memoria de cada uno, ya sea en el barrio donde nacieron o en la ciudad en la que, por ejemplo, están estudiando o paseando.

Entonces, por un lado existen los lugares de la memoria objetivados y, por otro lado, todo el espacio urbano como memoria. Aunque, al fin y al cabo, esa ciudad como memoria también pasaría a ser una suma de objetos de memoria. Porque para cada uno de nosotros, nuestros lugares de la memoria terminan materializándose en algo.

Ambos espacios son necesarios, ambos espacios están presentes en nuestro andar cotidiano. El objetivo es que no queden en un mero recuerdo o espectáculo. Sino que nos activen, que nos movilicen, que nos empujen, que nos zamarreen, que nos insulten, que nos hagan abrir los ojos, que nos generen cuestionamientos, que nos motiven, que nos incentiven, que no nos dejen olvidar…

Esta foto la tomé el 24 de marzo de 2009. Se trataba de una muestra de trabajos que se exponían en el Cabildo sobre la desaparición en democracia de Julio López. Ya pasaron tres (ocho!!!, no diez!!) años más… y sigue desaparecido…

 

Invito a todos los que lleguen o vivan en Buenos Aires a descubrir estos lugares de la memoria y a compartir sus lugares de la memoria más personales. En la ciudad pueden encontrar desde monumentos y museos hasta baldosas, graffitis e intervenciones urbanas.

Si querés saber qué más podes hacer en Buenos Aires, no dejes de darle una mirada a Rincones de Buenos Aires. 

 

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