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Ludwala: la rutina de «lo rural»

Cada vez que me dicen “en ese lugar no hay nada para hacer”, me quedo pensando. ¿Quién decide “qué hay para hacer o qué no” en cada lugar? ¿Los viajeros? ¿Las guías de viaje? ¿Los documentales? Últimamente me pasa que cuanto menos conozco, leo o escucho de un lugar, más me gusta cuando llega el momento de tenerlo delante de mis ojos. Algo así me pasó con Ludwala. A esto, claro está, tenemos que sumarle las personas y la experiencia que uno vive en cada sitio, como comentamos en el post anterior.

Paisaje de la zona rural de Ludwala.

Vista desde la ruta principal.

 

Camino a Ludwala.

 

 

Es muy común que los niños más pequeños vayan en la espalda de las mamás. El problema es cuando se suben a los minibuses o combis.

 

No teníamos pensado llegar a Ludwala. Bueno, en realidad, no teníamos idea de qué íbamos a hacer en Swaziland. En el camino muchos nos decían que no había casi nada para hacer en el país, salvo visitar algún parque nacional en los que se puede ver al quinto grande de África: el rinoceronte.
Pero sin buscarlo llegó una invitación. Un aviso en mi correo me decía que teníamos una invitación de una chica de couchsurfing para alojarnos en su casa de Ludwala, en las afuera de Manzini, la ciudad más industrial del país.
Michell es una chica australiana que vive en Swaziland hace más de siete años. Una de sus actividades es ayudar en una escuela rural cercana (bueno, no tan cercana). Cuando leyó sobre nuestro proyecto pensó que era buena idea llevarle magia a los chicos. Y nosotros aceptamos encantados. Ludwala nos esperaba.

Población rural camino a la escuela.

Camino entre Mbabane y Manzini

El camino entre Mbabane y Manzini es uno de los más lindos del país. Sierras onduladas cubiertas de verde, caminos zigzagueantes, casas diseminadas por las laderas y… ¡árboles de jacarandá! En el camino se atraviesa el valle de Ezulwini, otro de los lugares más visitados del país (junto con los rinocerontes).

Ludwala se ubica en las afueras de Manzini y para llegar solo es necesario tomar un minibus/combi desde la estación de buses de Manzini y bajarse en la parada correspondiente. En la nuestra estaba Michell esperando por nosotros.

La casa donde nos alojamos.

 

El centro de Ludwala. Comprando verduras para la cena. Al costado de la ruta suele haber muchos puestos «de mercado».

 

Comprando el almuerzo. Al costado de la ruta también es común encontrar muchas parrillas que preparan pollo. Cada porción de pollo se sirve con ensalada y pap.

 

Pap, la comida típica de la región

En la olla que se ve en la imagen preparaban el pap, la comida típica de toda la región sobre la que les contaremos más adelante. La tela que envuelve el cuerpo de la señora es la bandera de Swaziland. Es muy común ver a las mujeres envueltas en telas con el diseño de la bandera.

 

La rutina de las escuelas rurales

Mientras viajábamos en la camioneta hacia la escuela y atravesábamos los caminos de tierra, miraba por la ventanilla y pensaba: “en todas partes del mundo, la vida en las zonas rurales es muy parecida: muchas casas humildes, muchos niños al costado de la ruta jugando descalzos, mujeres que trabajan la tierra, llevan pesadas cargas y preparan la comida, algunas cooperativas de trabajo, incomunicación y aislamiento los días de lluvia, etcétera”. Durante un tiempo largo seguí mirando por la ventana de la caja de la camioneta pensando en la “ruralidad”, cuando los gritos de varios niños llamaron mi atención. Habíamos llegado a destino.

 

El interior del aula.

 

 

El show de magia

Hubo dos, uno en la pre-primaria y otro, en la primaria. En el segundo caso fuimos nosotros los sorprendidos. El aula estaba llena de chicos ansiosos por ver el show. Era la primera vez que veían algo así. Se los notaba entusiasmadísimos. Cada cosa que Dino hacía era una exclamación. Cada gesto, un aplauso. Estaban encantados. Se sorprendían de cosas que otros chicos no se sorprenden. Eso es magia.

 

 

 

 

 

 

Listos para el almuerzo

Primero: lavado de manos.

 

Segundo. Ir a buscar la comida.

 

 

Tercero. Almorzar, solos o acompañados.

 

 

Cuarto. ¡A cepillarse los dientes!

 

 

 

 

Quintos. ¡A jugar!

 

Como solo hay una hamaca, hacen fila para subirse y, mientras uno la usa, los demás cuentan hasta 10. Cada 10 tiempos hay cambio de usuario. El problema es cuando el que está arriba no se quiere bajar… 

 

 

 

Y así pasó otro hermoso día en el que la magia nos permitió contactarnos más con la gente local, conocer un poquito más su vida y ver de más cerca la rutina de “lo rural” (por lo menos de la escuela).

Despedida de una hermosa mañana en Ludwala.

 

Este nene me pudo… me imitaba cada vez que tomaba una fotografía… ¿Estaría pensando que veo todo como por un agujerito?

 

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