Parma, colores pasteles y bicicletas
Era domingo a media mañana. Los bares estaban llenos de personas disfrutando de un café o una cerveza. Las bicicletas iban y venían por las calles principales (y las no tanto) y yo sentía que estaba en una ciudad tranquila. Esas donde las personas se saludan en la calle y los vecinos comparten más que una pared. Al principio pensé que el domingo tenía la culpa, pero el lunes también lo sentí en la feria y en el mercado. Posiblemente durante los meses lectivos la tranquilidad no sea tanta, ya que Parma es una ciudad universitaria, pero en el verano me dio un aire de tranquilidad y de cotidianeidad que no tienen otras ciudades turísticas.
Una de las cosas que más me llamó la atención fue la cantidad de bicicletas. Yo asociaba la bicicleta con ciudades europeas como las de Holanda, Bélgica o Dinamarca, por eso la sorpresa. Muchas personas iban y venían a la feria o al trabajo en ese medio de transporte. A lo mejor eso le dio un aire de tranquilidad a la ciudad. Las calles no estaban tan llenas y el barullo del tráfico no era tan fuerte.
Otra cosa que me llamó la atención (y me encantó) fueron los colores pasteles de sus casas. No solo en el «centro» del centro histórico, sino también del otro lado del río Torrente de Parma.
Cuando en una ciudad predomina un color en las construcciones (o un conjunto de colores, como en este caso) me pregunto cómo es que se mantiene la tradición. ¿Será algo impuesto por el gobierno local de turno o serán los propios habitantes que deciden mantener esa característica? Imagino que habrá un poco de cada cosa.
Más allá de mis sensaciones sobre la ciudad, Parma tiene una historia y pequeños secretos para descubrir.
Parma es una de las ciudades que se fueron fundando a lo largo de la vía Emilia. La vía Emilia es un camino construido por orden de Marco Emilio Lépido (quien le dio nombre a la región de Emilia Romagna) entre los años 189 y 187 a.C., que une en línea recta Piacenza y Rímini. La vía era una especie de camino militar para contrarestar una posible revuelta de los boios, quienes no habían querido firmar las pases con Roma.
Las violetas
Siempre que visito una ciudad me gusta conocer alguna de sus tradiciones o sus leyendas o esas costumbres que se pasan de generación en generación y a veces ni siquiera se sabe de donde vienen. Mientras estábamos caminando por las calles del casco antiguo, en una peatonal muy cerca de la Plaza Garibaldi, Giulia se detuvo en una confitería y nos contó que la ciudad no solo es famosa por el queso Parmesano y por el Prosciuto di Parma (imposible no probarlos si están acá), sino también por sus violetas. Sí, una de sus tradiciones es el perfume de violetas y las violetas azucaradas. Al parecer, todo viene de la época de María Luisa, la segunda esposa de Napoleón I. A ella le gustaban las violetas como flores y en Parma se sigue haciendo el perfume de violeta casi en su honor. Ella fue duquesa de Parma en 1816, después del Congreso de Viena, y todavía es muy querida por los parmesanos. La mayoría conoce a María Luisa y sabe muy poco sobre los demás duques. Las violetas azucaradas (flores en agua y azúcar) se usan para decorar tartas, como la de ricota, o para servir con un café.
Nunca imaginé que se comían las violetas y menos con azúcar.
La Catedral y el Baptisterio
El Baptisterio es uno de los edificios más lindos de la ciudad, con estilo románico-gótico tiene forma octagonal, sintetizando la mezcla entre el círculo (la perfección, dios) y el cuadrado (el hombre). Los baptisterios son característicos de Italia porque en el extranjero solo hay tres y en Italia, cincuenta. El bautismo era una ceremonia muy importante porque constituía la presentación de una persona a la comunidad. Las personas eran bautizadas dos veces. La primera era al nacer, con una ceremonia muy sencilla con el único objetivo de que esas almas no se perdieran. La segunda era a los 12-13 años. Se celebraba una vez al año, todos juntos, y casi siempre después de pascua.
La Catedral tiene un estilo románico-pagano, sencillo y barato, ya que la cubierta está hecha con piedras locales. En su interior es posible apreciar en la cúpula el fresco de la Asunción de la Virgen, pintado por Antonio Allegre de Correggio.
Unos metros después de la Plaza del Duomo, donde se ubican la Catedral y el Baptisterio, se encuentra el Monasterio di San Giovanni Evangelista. El conjunto arquitectónico está formado por la Iglesia, el Convento y una antigua farmacia.
Los dos lados del río
Como muchas ciudades, Parma está dividida por un río, en este caso el Torrente Parma. En el casco antiguo hay cinco puentes que unen las dos partes.
De un lado se encuentra el Palacio Ducal con un enorme parque, el Parque Ducal, y una de las partes de la ciudad que más me gustaron. Cruzando el puente Di Mezzo se llega a la plaza Filippo Corridoni donde se ubica la hermosa basílica de Santissima Annunziatta y, muy cerquita de allí, la casa donde nació Toscanini, un músico italiano considerado uno de los más importantes directores de orquesta.
Del otro lado del río se encuetra la Plaza Garibaldi, la principal de la ciudad, con el edificio amarillo del Ayuntamiento. Como toda plaza central es ideal para buscar un lugar con sombra, sentarse a descansar y mirar atentamente el movimiento cotidiano de las personas. A nosotros con Tahiel se nos complica hacer eso que siempre hacíamos, pero si andan por la zona no dejen de hacerlo.
Desde la plaza se puede caminar por algunas de las peatonales que se inician allí o meterse por las callecitas de los alrededores. Seguramente llegarán a la zona de la Catedral, del Baptisterio o del Monasterio di San Giovanni Evangelista. También, si se pierden por ahí, encontrarán un buen lugar para comer queso, jamón o pastas y degustar una cerveza o helado. Nunca faltan sitios para comer.
Muy cerca de la Plaza Garibaldi se encuentra la Plaza de la Paz donde se puede apreciar el Palacio de la Pelota (Palazzo della Pillota). Un enorme complejo de edificios que alberga, además, el Teatro Farnese (el teatro de ópera más importante del mundo), la Galleria Nazionale, el Museo Archeologico, la Biblioteca Palatina y el Museo Bodoniano.
Parma es una ciudad para todos los gustos. Para los que son amantes del turismo gastronómico, para los que gustan del arte y la historia, para los que son amantes de la fotografía y la arquitectura y para los que, simplemente, quieren caminar por las ciudades y percibir su ritmo.
Parma es la primera ciudad que visitamos en nuestro blogtrip por la región de Emilia Romagna, una partecita de Italia que casi no conocíamos y que nos gustó mucho.
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En Parma nos alojamos en el lindo y cómodo Bed&Breakfast Opera11.
Y comimos las pastas rellenas más ricas que alguna vez probamos (sin exagerar) en Ristorante Gallo di Oro. No sabemos si era el parmesano o qué, pero estaban deliciosas.