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Historias mínimas, en Tandil

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Todos los lugares que visitamos están llenos de historias mínimas, esas historias que nos va presentando el camino, que no salen en los diarios , pero que vale la pena conocer porque arrancan una sonrisa o un gesto de admiración. En nuestro último viaje a la ciudad bonaerense de Tandil nos cruzamos con dos de esas historias y nos gustaría compartirlas. Ustedes seguro que conocen otras. Pueden compartirlas con nosotros y los demás lectores.

Encuentros en la Ruta 40

Miguel abrió la puerta de su casa, cerca de la terminal de buses de Tandil, y nos recibió con una enorme sonrisa y un abrazo como si nos conociera de toda la vida. Pero recién acababa de conocernos.
Jime y Andrés, los chicos de La vida de viaje, conocieron a Miguel y a Yolanda, su esposa, en su recorrido por la ruta 40, en el sur del país. Hablaron unos pocos minutos, se tomaron unas fotos y eso fue suficiente para que cada uno se diera cuenta cómo era el otro. Cuando los chicos se enteraron de que íbamos a Tandil, de donde son oriundos Miguel y Yolanda, no dudaron en pasarnos sus datos. Miguel nos escribió un mensaje a través de su hija y nos invitó a comer un asado.

Entrar a la casa de su familia es como transportarse a los caminos imponentes de la ruta nacional 40. Las paredes del living están repletas de fotos enmarcadas entre dos vidrios, donde se pueden apreciar desde los tonos rojizos de las montañas del norte hasta el blanco y verde de los paisajes sureños. Miguel dice que escribe muy mal, que no terminó de estudiar y que el trabajo siempre fue prioridad en su vida. Vivió con sus hijas en un motorhome mientras trabajaba de sol a sol en el campo y decidió dedicarse a la construcción sin estudios ni jefes.

Con una gran voluntad y esfuerzo pudo construirse su casa y, con el transcurso del tiempo, logró edificar algunos departamentos más que en la actualidad alquila. Tiene una hermosa familia que lo quiere y respeta y un auto que lo lleva por los caminos de la ruta 40 cada vez que Miguel quiere. Pero él no avisa. Un día se levanta, le dice a Yoly que se prepare y se van. Ella le pide que le avise con tiempo, porque tiene que preparar cosas. Pero parece que la ruta es más fuerte. Los viajes pueden ser de una semana o de tres. El destino, el norte o el sur. No importa. Lo que importa es recorrer todas las rutas argentinas.

En la puerta de entrada a su casa hay un mapa lleno de “chinches” de colores. Cada una indica los lugares donde fueron parando. Creo que el mapa está tan repleto que ya no se divisa ninguna ruta ni nombre.

Además, es posible ver en las paredes una multitud de recuerdos con el logo de la ruta 40. Pero no solo compra esos recuerdos, sino que además, fabrica otros. Suele juntar rocas de distintos tamaños y estilos, las junta, las pega, las barniza y les coloca el nombre del lugar con un marcador fino. Así pasa sus días: construye, desde casas hasta recuerdos; desde historias viajeras hasta historias familiares. Y mientras, vive la vida y disfruta de su hermosa familia. ¡Gracias, familia, por todo! Pasamos hermosos momentos que siempre recordaremos.

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En las fotos, Jime y Andrés, de La vida de viaje.

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Dulce amor

Gonzalo tocó el timbre en uno de los tantos complejos de cabañas que hay en la ciudad de Tandil para vender dulces caseros. La encargada de atenderlo fue Valeria, quien trabajaba en ese complejo de cabañas. Pero no sólo trabajaba ahí, sino que además conocía a la mamá de Gonzalo. Su futura suegra no solo preparaba dulce casero sino que compartía con Valeria algunas reuniones de turismo a las que concurrían hace unos 20 años, cuando recién estaba surgiendo el turismo en la región. En esas reuniones, la futura suegra veía en Valeria a la nuera perfecta. O por lo menos eso parecía cuando insistía en que salga con su hijo. Lo logró. Gonzalo y Valeria se pusieron de novios, compraron un lote y decidieron seguir con la fabricación de dulces regionales. Hoy son los dueños de Dulces y Cabañas El Cazador.

El hermano de ella los ayudó con el inicio de la construcción de madera para que pudieran poner su fábrica allí y no tuvieran que pagar el alquiler de un local. Pero la construcción quedó por la mitad y recurrieron al viejo sistema del trueque. Por ejemplo, los tablones que hoy son el mostrador donde se despachan más de 28 variedades de dulces los canjearon por dulces. Las etiquetas las consiguieron a cambio de más dulces, pero como el de la imprenta era daltónico, las primeras etiquetas quedaron mal, pero las usaron igual. “El dinero es un invento y todo sería muchísimo más sencillo sino existiera”, reflexionamos juntos.

Valeria nos cuenta que tiene tres hijos, que crecen felices entre la ciudad y el campo y nos pregunta si pensamos seguir viajando cuando nuestro bebé nazca. Le decimos que sí y nos cuenta esta anécdota para corroborar algo de lo que estamos plenamente convencidos: cuando se viaja, se aprende. “Estábamos por la ruta 40, cerca de Salta, y Gonzalo quería comprar un cabrito para hacer un asado. La señora a la que le ofrecimos comprarlo nos dijo que a ella no le servía nuestro dinero, le servía el cabrito para darle de comer a su familia”. Entonces, mis hijos entendieron la situación y terminaron regalándole sus juguetes y golosinas a los hijos de la señora.

Hace unos años que los viajes a las provincias incluyen negocios, como los de comprar frutas. En el último viaje a la Patagonia compraron murra y rosa mosqueta. Otras frutas las obtienen de los alrededores de Tandil, como el arándano, la mora silvestre, la grosella, el zapallo, el tomate, el higo y la ciruela. La frutilla la compran en Mar del Plata. Manzanas y cítricos del mercado central de Buenos Aires.

Los inicios fueron en 1993, con un despacho cerrado al público donde solo trabajan con la venta a los comercios de productos regionales. Recién en el 2000 abrieron su propio local. Todo el tiempo siguen buscando alternativas para brindar nuevos productos. Las últimas variedades que incorporaron fueron Tres Berry (frutos del bosque, porque se lo pidieron), manzana con canela y naranja con corazón de dulce de leche. También están empezando con la fabricación de quesos. Pero no quieren crecer más de la cuenta. Saben que es un negocio local, artesanal, que sus hijos seguirán con orgullo y los demás seguiremos disfrutando.

 

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