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Veo Veo #3: La «calle del turrón»: una calle para perderse

¿Alguna vez pensaron que podía existir una calle solo para perderse? Bueno, no sé si estuvo pensada para eso, pero es la sensación que tuvimos.
Como muchos de ustedes saben, los viajes también implican eso: perderse. Creo que es una de las maneras más lindas de viajar: elegir ciertos momentos, dejarse llevar y, de repente, no saber dónde estás. Cuando estamos de viaje (y a veces hasta en nuestra ciudad) nos gusta repetir y llevar a la práctica la frase “Si caminás, pasan cosas”. Cada vez que tenemos la posibilidad de caminar y perdernos, siempre encontramos una puerta abierta que nos invita a pasar, un aroma a té caliente que nos ofrece sentarnos, y una persona con una historia esperando ser contada. Cuando tenemos la posibilidad de caminar, siempre encontramos detalles que nos hacen imaginar un todo, siempre descubrimos rincones que no aparecen en los mapas y siempre nos perdemos. Así fue como llegamos a la «calle del turrón». Porque nos perdimos.

 

Lugares ideales para perderse

En el mundo existen lugares que son más propensos que otros para que uno se pierda en ellos. Uno de esos lugares es la medina de Fez, en Marruecos. Creo que es uno de esos lugares en el mundo que está hecho para perderse. Allí, hay muchas calles, pero es imposible encontrar una en particular.

A veces pienso que eso es lo que la hace tan especial. Toda la medina parece un interminable laberinto. ¿Alguna vez estuvieron en un laberinto? Al principio suele ser divertido, pero cuando pasan las horas y no lográs salir, la diversión va tomando otros caminos. Algo así pasa en Fez, por eso, lo mejor es no desesperar y, simplemente, dejarse llevar y… perderse.

Llegamos a Fez con el único dato que cerca de una de las puertas de entrada a la medina, la Bab Boujloud, había un «hotelito» barato en el cual se podía conseguir muy buen precio si nos pensábamos quedar varias noches. Y como esa era la idea, hacia esa puerta fuimos.

Claro que no había nombres de calle. Solo te guiabas por lo que te iban diciendo los transeúntes y algún que otro cartel. Unos metros después de pasar la famosa puerta encontramos el “hotelito” (va entre comillas porque no sé si llega a clasificar para esa categoría, pero el precio que conseguimos y la presencia de un puesto en el que vendían un super desayuno con el que nos castigábamos todas las mañanas, hicieron que nos quedemos).

Nuestra famosa puerta de entrada a la medina (la parte antigua de las ciudades marroquíes).

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Un laberinto en Fez

Pero volviendo a la ciudad, decir que Fez es un laberinto no es nada nuevo. Lo sabe cualquiera que la haya visitado. Empezar a caminar por ese laberinto es encontrarte con calles, callecitas, callejuelas y callejones de diferente largo y ancho. Ninguna tiene nombre. Y si lo tienen, nadie lo sabe. Algunas desembocan en otras y otras no desembocan en ningún lado.

Es más, es tal el entramado de caminos que ni siguiendo un mapa es posible ubicarse. Posiblemente haya un mapa oficial con todas las calles, callecitas, callejuelas y callejones de diferente largo y ancho, pero los mapas turísticos no las tienen. Estos mapas no tienen mucha utilidad en este lugar.

Este es un mapa turístico en el que no se ven todas las calles que existen.

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Es más, al parecer, las autoridades se dieron cuenta de esta dificultad y establecieron unos circuitos para recorrerlas. Cada circuito tiene un color y estrellas que lo identifican. Se supone que ves una estrella de, por ejemplo, color verde, y tenés que seguir caminando hasta que veas la próxima estrella verde. Cuando la ves, tenés que ir en esa dirección.

O las autoridades pusieron las estrellas muy mal o nosotros tenemos muy mala orientación. Como era imposible orientarse, nos relajamos e hicimos algo de lo que más nos gusta: nos dejamos llevar sin rumbo y, finalmente, nos perdimos.

Una de las estrellas del circuito verde.

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Mientras estábamos en algún sector de la medina, llegamos a un espacio un poco más abierto, a los que muchos llaman “plaza” y nos encontramos con un puesto de turrones (bueno, en realidad, con varios). Tomamos un par de fotografías y decidimos seguir nuestro camino. Pero no sería fácil.

Caminamos hacia delante, doblamos a la derecha y volvimos a la “calle del turrón”. Iniciamos otra vez la marcha por el mismo lugar, pero doblamos a la izquierda y volvimos a la “calle del turrón”. Tomamos por una diagonal, doblamos a la derecha y después a la izquierda y volvimos a la “calle del turrón”. Ya el vendedor nos miraba con cara de preocupación. Decidimos tomar por otra diagonal, doblamos a la derecha y después a la izquierda y volvimos a la “calle del turrón”. Ya nos estábamos dando por vencidos.

Mientras el señor seguía mirando con cara de sonrisa y preocupación, nos acercamos a preguntarle si sabía cómo llegar a la zona de Bab Boujloud (ya ni siquiera le consultamos por la puerta, con llegar a la zona estábamos conformes). Pero no obtuvimos buenos resultados. Claro, él simplemente nos señaló las famosas estrellas y nos dijo que siguiéramos la azul. Un poco resignados, comenzamos a oler el inconfundible aroma de la patissserie marroquí (una mezcla de sabores franceses y árabes) que nos conquistó en seguida. Seguimos nuestro olfato y terminamos pasando la tarde en una casa de té “al paso” subiendo algunos kilos en la balanza. La «calle del turrón», como la llamamos, seguía ahí.

Algunos de los puestos en «la calle del turrón» (no tenemos una panorámica de la calle, perdón…)

 

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La calle del turrón

Cuando salimos, miramos los puestos de turrones, miramos todas las posibles salidas y, otra vez al azar, decidimos tomar por una de ellas. No había estrellas. Pero creíamos que era la única que nos faltaba tomar. Hicimos unas cuadras y en un pequeño callejón, a nuestra izquierda, se divisaba a lo lejos una estrella azul. «Vamos para allá», pensamos. Y fuimos.

Desembocamos en una calle un poco más ancha con varios puestos de venta de artesanías, por lo que sospechamos no estar tan lejos de nuestro destino. Preguntamos por la famosa puerta, nos indicaron la dirección que debíamos tomar y llegamos.

Fue una hermosa experiencia y nunca olvidaremos la «calle del turrón», como quedó bautizada oficialmente desde ese día. Eso sí, nos olvidamos de probar turrón…

Les compartimos algunas fotos que tomamos mientras estábamos perdidos. Que las disfruten! Sepan disculpar que las fotos no son las mejores, pero esta historia pertenece a un viaje a Marruecos que hicimos en 2007.

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Este post forma parte de una nueva sección llamada Veo Veo. ¿Qué es Veo Veo? Es un juego para conocer lugares, costumbres e historias de muchos lugares del mundo a través de los relatos de varios viajeros. Se realiza una vez al mes y las temáticas se eligen en el grupo Veo Veo de Facebook.

Los dos primeros #veoveo están publicados en mi blog personal: www.aldanachiodi.com 

Y el resto los encontrás en la categoría Veo Veo de www.magiaenelcamino.com

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