Disfrutando de la Ruta Jardín, en Sudáfrica
Estoy otra vez en la Ruta Jardín, en Sudáfrica. Si me preguntaban hace unos meses a dónde me imaginaba estar en mayo de este año, jamás hubiera dicho “Sudáfrica”. Los planes eran otros. Pero como siempre, los planes suelen cambiar. Y acá estoy. Feliz por una nueva experiencia. A punto de irme a dormir, pero con ganas de compartir mis primeras impresiones.
Ayer, estuve todo el día arriba de un avión. Hoy estuve todo el día paseando en una combi con wifi por algunas localidades de la llamada Ruta Jardín, junto a otros cuatro blogueros de viajes.
Ayer, conocía la nueva terminal de Ezeiza y dejaba atrás una Buenos Aires gris y lluviosa que me transmitió un poco de miedo al volar. Hoy, el sol otoñal del sudeste africano me dejó disfrutar el paisaje costero con todos sus colores.
Un avión hizo posible el paso de una ciudad a la otra, de un país al otro. Cada vez que vuelo pienso cómo, en pocas horas (aunque a veces sean muchas) pasamos del frío al calor, del desierto a las montañas, de la playa a la gran ciudad casi sin darnos cuenta. Creo que el avión es uno de los mejores inventos de la humanidad (después de la anestesia y de internet). Aunque, también coincido con lo que dice Kapuscinski, que el avión no nos da tiempo para adaptarnos a los cambios y no podemos ver ni sentir la transición: pasamos de un frío intenso a un calor sofocante sin primaveras ni otoños; salimos de madrugada y llegamos de madrugada, sin pasar por la tarde y la noche. Así, como en un soplo (que a veces dura mucho) nos perdemos de ver todo lo que pasa en el camino. No fue Kapuscinski el primero que lo dijo, claro está, pero desde que lo leí en uno de sus libros, cada vez que me subo a un avión pienso en eso: ¿qué estaría viendo ahora si en vez de llegar volando hubiera hecho el recorrido por tierra o por mar? ¿Qué cosas me estoy perdiendo? Es como cuando decimos que en las ciudades o pueblos nos gusta caminar. Si caminás pasan cosas, solemos repetirnos. Igualmente, y contradiciendo este pensamiento, a veces me gustaría que fuera posible teletransportarse. Las incongruencias del ser humano. O, mejor dicho, la adaptación a cada necesidad: estaría bueno teletransportarse en algunos casos, volar en otros y caminar en otros. Pero bueno, no los aburro más con este tipo de pensamientos viajeros y les cuento un poco qué es la Ruta Jardín.
Todavía no sé por qué se llama así. Supongo que por lo pintoresco que es el camino y las localidades que por allí se encuentran. La Ruta principal 2, y sus desviaciones hacia la costa, atraviesan una serie de localidades y bahías con un relieve de montañas leves, mucho verde, playas, casas muy lindas que se ubican en las laderas o caminos y una tranquilidad que los que vivimos en las grandes ciudades no estamos acostumbrados a disfrutar.
En cada uno de estos pueblos las actividades que se ofrecen están relacionadas con la naturaleza y la aventura. Después de parar en Gordon´s Bay para tomar un helado (aunque estaba más para café con leche y medialunas) nos detuvimos un tiempo en Hermanus, una hermosa localidad costera donde el día soleado ayudaba a que las familias y los amigos estuvieran paseando y comiendo a la intemperie.
Algunas fotos de Hermanus.
Como el viento frío ya se hace sentir en el otoño sudafricano, los bares tienen unas mantas para el que quiera cubrirse (como ocurre en algunos países europeos).
En primavera-verano se pueden avistar ballenas desde la costa. Por eso, los asientos. Una buena idea para la costanera de Puerto Madryn.
En el camino y antes de almorzar hicimos una parada para degustar vino y cerveza sudafricana mientras el solcito del otoño nos daba un poco de calor. Luego, nuestro almuerzo consistió en una especie de empanadas de springbok, sí, ese animalito saltarín que representa al equipo de rugby sudafricano. Nosotros todavía no nos comemos a Los Pumas…
Mientras el sol calentaba un poco más, llegamos a Swellendam. La actividad programada era pasear a caballo. Los chicos que me acompañaban cumplieron con lo programado, pero yo me fui a pasear por el pueblo (no me llevo muy bien con los caballos). Swellendam es el típico pueblo de esta zona, rodeado de montañas verdes, con casas lindas y bajas, pocas cuadras comerciales y céntricas, con bares, cafés y restaurantes que se llenan los fines de semana, y con muchos adultos mayores caminando totalmente despreocupados por las calles apenas transitadas. Uno piensa enseguida que es un lugar ideal para “retirarse”, pero también en seguida llego a la conclusión de que cualquier pueblo chico con estas características en cualquier lugar del mundo es ideal para la idea de «retiro» que uno tiene en mente. Aunque, pensándolo bien, no sé si quiero esa idea para mi retiro…
Algunas fotos de Swellendam.
El día terminó con un «asado» a la sudafricana, una noche fría y una cama reparadora. Mañana seguimos…
Recuerden que pueden seguir el viaje de los 15 bloggers en cuatro regiones del país a través del hashtag #meetsouthafrica (en twitter).
Acá les contamos qué más pueden hacer y ver en Sudáfrica.
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Fuimos invitados a participar de esta campaña por el Ministerio de Turismo de Sudáfrica. La misma recibió el apoyo y la gestión de iambassador. Magia en el Camino mantiene todo el control editorial de lo publicado en este sitio.