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Güira Oga: refugio de animales silvestres

Güira Oga significa «casa de los pájaros», en guaraní. El refugio de animales salvajes que visitamos lleva este nombre porque el primer objetivo de su creación fue ese: salvar a las aves que, por distintas razones, eran lastimadas y no podían seguir volando. Pero con el tiempo, el sueño de Jorge y Silvia se convirtió en un lugar ideal para visitar y tomar conciencia de la importancia de cuidar el ambiente y las especies que lo habitan.

Casi todos llegan a Güira Oga con la idea de ver muchos animales. Pero Güira Oga no es un zoológico, por lo que no hay tantos animales. Bueno, en realidad sí hay, pero a lo mejor menos de los que los visitantes que nos acompañaron ese día se imaginaban. Los animales que están son aquellos que no se recuperaron o que, si bien se recuperaron, no están en condiciones de volver a su hábitat natural. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, fueron domesticados durante un tiempo y después esas familias se arrepintieron de tenerlos y terminaron en el refugio. Pero al tener ya las «mañas» de la domesticación no siempre es fácil readaptarlos a la vida salvaje.

 

 

Tamara nos recibió con una sonrisa y una energía, que contagiaba a cualquiera. Transmitía tanta pasión en cada palabra que todos quedamos maravillados. Nos indicó que subamos a un carro tirado por un tractor (que fue donado) y mientras nos adentrábamos en el refugio comenzó a contar de qué se trataba el lugar por donde estábamos paseando. Güira Oga está ubicado en el límite del Parque Nacional Iguazú, por lo que no es extraño cruzarte con algún animal salvaje. Por eso, ella insistía en ir adelante del grupo, aunque no todos le hacían caso.

 

 

Recordar todo lo que nos contó Tamara es casi imposible, pero entre todas las historias que mencionaba cada vez que parábamos en un recinto, me acuerdo de algunas.
Una que me llamo mucho la atención fue la de un animalito parecido a un mono. El animal no tenía ninguna lastimadura ni había sufrido ningún accidente para estar allí. Lo que había pasado fue que una familia lo había tomado como mascota, sin ser un animal doméstico. El animal dormía con la familia, comía con ellos, iba en el auto y salía pasear. Todo estuvo bien hasta que nació el bebé.

El animal atacó al bebé. Algo lógico en el reino animal: otra especie estaba ocupando su territorio y su lugar. Por suerte no hubo consecuencias graves, pero el animal llegó al refugio porque no lo podían tener más en la casa. Pero, como decíamos antes, ese animal ya no puede volver nunca más a su hábitat original porque está acostumbrado a otra cosa.

Otra historia de aves es la de los loros habladores. Cuando pasamos cerca de su jaula, Tamara nos pidió que no hablemos con la intención de que ellos repitan, porque eran crías que nacieron de padres que fueron mascotas o que estuvieron en cautiverio y deben tener el menor contacto posible con los humanos así no siguen los pasos «habladores» de sus padres. Por eso, los empleados del refugio realizan un trabajo casi de manera invisible para que ni siquiera vean que los alimentan. De ésta manera cuando los liberen no habrán tenido ninguna relación con los seres humanos. O al menos no se habrán dado cuenta.

 

 

Es «raro» ver a los animales en las jaulas, pero hasta que no estén en condiciones de reinsertarse no pueden estar en otro lado. Por ejemplo, el Tucán que ven en la foto de arriba tiene el pico lastimado, mucho más chico de lo normal, y sin su pico no puede estar en la selva. El motivo: un accidente en la ruta. Los accidentes en la ruta 12, la que une la ciudad de Puerto Iguazú con las Cataratas del Iguazú, son mucho más comunes de lo que uno podría imaginarse. Les recomendamos ver el video que compartimos al final del post donde se explica y muestra esto.

 

Es muy raro que los monos bajen al piso de la selva. Viven en la copa de los árboles. En una de las jaulas que visitamos había tres monos. De los tres, solo uno bajaba por las escalera, se trepaba por el alambrado, cerca de la gente, y sacaba su brazo como esperando alguna galletita, como fue su costumbre durante toda su vida de mascota, cuando vivía con la gente y los árboles eran algo más decorativo que vital. Por eso, Tamara nos pidió que nadie le acerque ni saque comida y nos explicó que esa relación con los humanos no puede volver a suceder. De lo contrario, jamás se reinsertará a una vida salvaje. Los otros dos ya no lo hacían más, ya no bajaban a la altura de las personas ni les estiraban la mano pidiendo comida. Estaban recuperando su estado natural.

En otro sector del refugio, había dos monos en libertad que no se iban a ningún lado. Todavía. Estaban en la copa de un árbol aullando. Podían irse si querían, pero no lo hacían. Lo que sí hacían era aullar. Su tremendo aullido se escuchaba desde muy lejos. Según Tamara, se debía a que habían quedado alterados por el paso del último grupo de visitantes antes que nosotros. Esto era un buen indicio porque le aullaban a la gente. Hasta hace un tiempo vivían con ellos y comían con ellos. ¿Para qué les iban a aullar? Ahora, ya ni bajaban del árbol ni estaban callados. Iban por el buen camino.

 

Como el refugio se ubica en la selva, algunas aves chocaban con los vidrios de las casas donde se preparan los alimentos. Para evitar esto, colocaron en los cristales fotos de ojo de depredadores y, de esta manera, redujeron en un 90% los choques de las aves.

 

 

Mientras hacía la recorrida dentro del parque tenía la sensación de que necesitaba saber y recordar los nombres y los apellidos de los fundadores y directores de semejante obra. Por su amor por la naturaleza y por lo que hacen, deberían ser conocidos por todos, porque lo que ellos hacen, lo hacen por todos nosotros. Ellos son Silvia Elsegood y Jorge Anfuso. Tamara representa la pasión que ellos tienen por lo que hacen. No dudo que el resto de los biólogos, profesionales y trabajadores del refugio también trabajan con la misma pasión.

Con las visitas, los cursos, los voluntariados, las donaciones y el merchandising, ellos mantienen funcionando todo el refugio, y su trabajo e instalación biológica en la Isla Palacio, donde debido al estado de conservación de su fauna y su flora, es el lugar ideal para la reinserción de los animales rehabilitados.

Dar una vuelta por Güira Oga con los chicos es un imperdible por la enseñanza que nos deja. El mensaje es muy claro para los chicos y para los adultos, que somos los responsables de la formación de nuestros hijos. Muchas veces nos relajamos con cosas que creemos que no nos afectan, simplemente porque no forman parte de nuestra cotidianeidad, porque suceden lejos de casa o porque no prestamos atención a lo que nos rodea. Nos equivocamos. El planeta es uno solo.

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¿Dónde dormir en Puerto Iguazú?

Nosotros nos alojamos en la Hostería Los Helechos y fue una muy buena experiencia. Se encuentra muy bien ubicado en el centro de la ciudad.
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Datos útiles:

Ubicación: Ruta Nacional 12, km 1637 Puerto Iguazú, Misiones, Argentina (a 13 km de las Cataratas del Iguazú).

Cómo llegar: Si no están con vehículo, se pueden tomar el bus de Río Uruguay que dice Km 5, sobre la Av. Victoria Aguirre a metros de Av. Córdoba, frente a la YPF, y se bajan en la puerta del refugio. Desde la terminal de buses también se pueden tomar el Río Uruguay que va hacia las cataratas y se bajan también en la puerta de Güira Oga sobre la Ruta 12. Este último siempre va más lleno porque el destino final son las Cataratas del Iguazú.

Horario: abierto todos los días del año de 9 a 18hs. (última visita a las 16:45h). La visita al refugio se realiza junto a un educador ambiental, en un recorrido de aproximadamente 1:30h de duración.

 

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