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Nuestro paso por Quito

 

Un post de esos “cambalache”, con mini-post para todos los gustos y los pedidos. Es un poco largo, pero pueden elegir qué leer según los títulos. Que lo disfruten!


Y eso que tenemos cuatro ojos… (problemas en la frontera)

Llegamos a Quito desde Colombia. Como siempre que se viaja a dedo, no suele ser un viaje corto…y no lo fue. Desde Popayán, en el sur colombiano, nos tomamos un bus hasta la frontera porque fue el regalo de Fernando, el periodista uruguayo que nos entrevistó en una radio local y nos invitó a compartir con su familia una agradable cena antes de irnos. No sólo nos regaló el pasaje, sino que con su mujer vinieron a despedirnos a la terminal y nos dejaron manzanas y bebida para el camino.

Tempranito, al otro día, llegamos a Ipiales, casi en la frontera. Pensamos que los trámites iban a ser rápidos y que a eso de las 9 de la mañana ya estaríamos en la ruta con nuestro cartelito y nuestro dedo gordo señalando el camino. Pero no… esto recién ocurriría casi llegado el mediodía. ¿Qué pasó en el medio?

Una avivada del oficial de frontera que nos selló los pasaportes cuando ingresamos a Colombia nos complicó la salida. El señor en cuestión, después de hablar con nosotros de fútbol, de preguntarnos si estábamos casados, de contarle sobre el proyecto que estábamos haciendo, etcétera, etcétera, nos sella los pasaportes y con lapicera escribe “60” días en el pasaporte de Dino y “30” días en el mío. Lo cual desde el vamos es una estupidez, ya que estamos juntos, casados y metidos en el mismo proyecto, ¿cuál sería la razón para querer permanecer diferente tiempo en el país? La verdad es que no revisamos los dos pasaportes, como solemos hacer, sino que miramos el de Dino con el numerito 60 bien claro y… listo.
Así fue que pasaron más de 45 días hasta que otro oficial de migraciones miró nuestros pasaportes y nos dijo que yo no podía salir del país. Queeeeeeé??????? Ninguno de los dos podíamos creer lo que nos estaba pasando…
“Sí, señora, él puede salir, pero usted no, acá dice 30 días”, afirmaba el oficial señalando con ímpetu el maldito numerito.
“Para salir debe pagar una multa de 270.000 pesos colombianos”, dijo el oficial con un tono demasiado seco.
270.000 pesos colombianos son algo así como 150 dólares… imposible pagar esa suma…o cualquier otra.
Creo que fue uno de los momentos que más nerviosa me puse. Con Dino tratamos de explicarle que claramente era un error de ellos, que estamos juntos, que viajamos el mismo día, haciendo lo mismo, que el oficial se equivocó o que lo hizo apropósito para que tengamos que pagar la multa.
Después de algunos gritos y cara de angustia, el oficial a cargo de migraciones en ese momento se acerca a nosotros, nos pide que le expliquemos la situación y con cara de nada nos vuelve a repetir lo de la multa.
Ante nuestro obvio rechazo y desesperación nos dice: “esto ocurre todo el tiempo”
¿Cómo? ¿O sea que todo el tiempo hacen estas tramoyas para que la gente tenga que pagar la multa?
No lo podíamos creer…
La solución que nos daba era que le firmaban la salida a Dino y que vayamos al lado ecuatoriano para ver si nos daban la entrada sin la salida de Colombia. Sabíamos que era al pedo, pero fuimos igual. Fue al pedo. Ni siquiera nos dejaron terminar de contarles la situación. Ni los gritos ni la cara de angustia sirvieron. Ni explicándoles que teníamos que solucionar el problema en la embajada colombiana en Quito aceptaron ayudarnos. Probamos con el pasaporte italiano y nada… Sí o sí querían ver la salida de Colombia.
No lo podíamos creer…
Volvimos al lado Colombiano.
Llamamos al encargado.
– ¿Qué hacemos? Si no podemos salir de Colombia y no podemos entrar a Ecuador… ¿ponemos un quiosco de panchos acá en el hall? Le preguntó Dino.
– Lo que puedo hacer es deportarla.
– ¿Deportarme?? Si yo no hice nada malo, al contrario, estoy haciendo algo bueno. Estamos viajando por Sudamérica sólo por el proyecto educativo, no estamos haciendo casi nada de turismo, estamos viajando a dedo, estamos durmiendo en la casa de amigos y gente conocida… deportarme?
– Ahí nos preguntó si estuvimos trabajando en Colombia. ¿Trabajando? si hasta ponemos plata nosotros para llevar a delante el proyecto, le respondió Dino ya incrédulo con la pregunta.
Ahí tuve que recurrir a la herramienta femenina por naturaleza: el llanto.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y empecé a decirle que no podía creer lo que nos estaba pasando, que sólo estábamos acá por el proyecto… Entonces, comenzamos a sacar los artículos de los diarios en los que habíamos salido para que viera que no era mentira y le contamos del blog y de las experiencias…. Y aflojó…
– Bueno, sin prometerles nada, voy a llamar a Bogotá a ver qué me dicen.
Pasaron 10 minutos.
Volvió con los dos pasaportes, nos pidió una fotocopia de la página dónde estaban los dos sellos para demostrar que habíamos entrado exactamente en el mismo momento y me puso el sello de salida!!!
No lo podíamos creer
Había pasado toda la mañana
La ruta a Quito nos esperaba…

La llegada a Quito tampoco fue muy fácil. Llegamos después de que nos subimos a dos autos particulares, un bus local y la parte de atrás de un camión que transportaba a María del Carmen y sus amigas, mujeres indígenas que venían de vender artesanías en los pueblos cercanos a la frontera. Entre risas y clases de quichua pasaron las horas hasta llegar a la ciudad.

 

La ciudad con más Iglesias

Dicen que Quito es la ciudad con más iglesias en Latinoamérica. No vamos a llevarle la contra a quienes lo afirman, pero es la misma frase que escuchamos en Ouro Preto, Brasil y en Potosí, Bolivia, entre otras ciudades. Más allá de este “enganche turístico” con que suelen definir las ciudades, Quito tiene muchas iglesias. Luis, un amigo que nos hizo de guía turística nos dijo que sólo en el centro histórico contabilizó 25.

La calle de las siete cruces y el centro histórico

Relacionado con lo anterior es que una de las calles más famosas de Quito es la calle de las siete cruces, como se conocía anteriormente a la actual García Moreno. En el recorrido del kilómetro y medio que dura el paseo uno puede observar las iglesias, algunas más restauradas que otras, con las cruces que sobrevivieron y su historia.
Pero la calle también encierra historia y en sus paredes se observan placas recordatorias que dicen, por ejemplo, “Aquí llegó Bolívar por primera vez, el 16 de junio de 1822″

Al final de la calle se observa el Panecillo, una montaña pequeña en el medio de la ciudad a la que los españoles bautizaron con ese nombre por tener la forma de un panecillo. En la cima se encuentra un monumento de la virgen de quito, que con sus alas protege a todos los quiteños y visitantes de la ciudad.

Quito es una capital de país latinoamericano con todo lo que ello implica. Tiene zonas muy lindas, y otras no tanto, tiene una movida nocturna importante, sobre todo en la llamada “zona rosa” que es el nombre que desde hace un tiempo se les suele dar a los llamar a los barrios de las ciudades donde se concentran los bares, restaurantes, cafés, discos, etcétera. Otros le dicen zona SOHO, lo cual literalmente tendría mayor sentido, por el SOHO neoyorquino o londinense. En Quito, la zona rosa coincide con “guirilandia”, como llamamos nosotros a las zonas de las ciudades donde se concentran los hostels, hotelitos boutique, agencias de turismo, etcétera, así que permanentemente se ve en las calles una mezcla de locales con extranjeros.

La ciudad también cuenta con su plaza principal, y alrededor de ella la casa de gobierno, la iglesia y algunas oficinas del gobierno. En la plaza, todos los lunes se realiza el cambio de guardia.

Algunos datos para la categoría «Sabores del mundo»

Ante el pedido de que alguna vez completemos la categoría Sabores del Mundo, van algunos nuevos sabores.

Empanadas de verde: forma de empanada, maza de plátano aplastado y relleno, generalmente, de queso. Fritas.

Bolón de verde: forma de bola, maza de plátano aplastado y frito previamente. Luego, mezcla del plátano frito con queso o chicharrón y vuelta a freir!! Mucho frito en los países andinos…

Sopa y pochochos: una de las costumbres que más nos llamó la atención es que es muy común poner dentro de la sopa, de cualquier sopa, pochochos (o como le dicen acá, canguil).

Ceviche ecuatoriano: siempre acompañado con arroz, como casi todas las comidas de los países andinos.

Los heladeros adelantan trabajo. Preparan varios cucuruchos y los mantienen armados en frío seco.


Shows de magia y un poco de vida social

Quito es una ciudad linda, rodeada por montañas y volcanes, como el Cotopaxi, que nos dejó admirarlo sin nubes y bien blanco el día que nos íbamos. En la ciudad nos esperaba Alexandra y su familia, quienes nos alojaron por una semana y nos recibieron muy bien. Alexandra había organizado nuestras presentaciones en Puerto Quito (pueden leer ese post haciendo clic acá) que fueron una gran experiencia.

De camino a Puerto Quito paramos en la famosa ciudad de la Mitad del Mundo. Dicen que en realidad, el paso del paralelo de 0 grados (Ecudor) no se encuentra donde está marcado, sino a unos 50 grados de allí. Justo al lado de este complejo están construyendo la sede central de la Unasur.

Como estábamos varios días, Luis, el novio de Alexandra nos ofreció acompañarnos a pasear por el centro histórico. No sólo disfrutamos de su compañía, sino también de las historias que tenía para contarnos sobre los personajes y edificios de la ciudad. Gracias Luis por todo!
En los últimos años hubo varios programas gubernamentales para recuperar el centro histórico y, por lo que nos cuentan, se lograron. Varias zonas que antes eran intransitables ahora son camino obligatorio para los visitantes. No preguntamos mucho sobre los métodos empleados…

Un día fuimos a conocer la famosa zona rosa porque allí nos citaron para hacernos una entrevista en la plaza Foch, en centro del barrio conocido como La Mariscal. Allí, disfrutamos de un rico café con Cristina, la peridosta, y Sebastián, su marido. La nota salió en la revista del domingo del diario El comercio. Les dejamos una especie de «captura de pantalla». Hubo tan buena onda con ellos que después de unos días nos invitaron a almorzar al parque Itchimbia con un mirador desde donde se aprecian muy lindas vistas de la ciudad y de su basílica.

Luis trabaja en un bar y nos ofreció hacer algo de magia para después pasar la gorra. Si bien no era el mejor lugar, ya que la gente va a tomar una cerveza o un trago y a charlar con sus amigos, no a ver magia, los que estaban adelante lo disfrutaron mucho.
Lo mejor fue el nuevo look del mago: chaleco, corbata y gorra! Es un look que iremos perfeccionando con el correr de los días y las presentaciones.

El verdadero éxito fue el show en El Burlesque – Café Bar, la noche anterior a despedirnos de Quito. El show estuvo muy lindo, entretenido, divertid y mágico. Todos lo disfrutamos mucho.

Fue una semana muy linda, con la presentación del proyecto en un lugar donde nunca hubiéramos llegado sin la ayuda de Ale y sus amigos, con almuerzos y cenas divertidas con nuevos amigos, con más experiencia y contactos para el mago y con más ganas de Magia en el camino. Gracias a todos por todo!

Les dejamos un regalo de street art, que tanto nos gusta.

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