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Ibo, de los esclavos al turismo: una isla en blanco y negro

 

Algunos lugares nos llenan de colores, como pasó con el mar de Quirimbas. Otros, en cambio, sentimos que son para mirar en blanco y negro. No sabemos bien por qué. Puede ser un poco por su historia, por el estado actual de su arquitectura, por las actividades de sus pobladores… Sea por lo que sea, eso es lo que nos pasó con la isla de Ibo, la isla más grande y poblada del archipiélago de las Quirimbas.

 

 

 

 

 

Salam Salam!!

Así nos saludaban muchos de los habitantes que nos cruzábamos durante nuestra estadía en la isla. Al principio no reparábamos en el saludo. Respondíamos con otro Salam y continuábamos nuestro camino. Pero enseguida nos dimos cuenta de que ese saludo era el mismo que recibíamos en países como Marruecos. Entonces nos preguntamos por qué acá también se saluda así cuando no es común en el resto del país. Joao Baptista, el historiador de la isla, nos sacaría de la duda. Antes de la llegada de los portugueses en el siglo XV, Ibo era un importante punto comercial árabe. La influencia árabe en la zona fue tan grande que no sólo se observa en la religión que muchos practican sino también en el idioma. En la zona se habla el kimwani, una mezcla entre el árabe y el swahili. Por eso el saludo es Salam.

 

Joao Baptista pasa el día en la galería de su casa, ubicada entre el centro del pueblo y el fuerte de Sao Joao.

 

 

 

Fuerte de Sao Joao, construido en 1790. En la actualidad, en su interior se encuentran el archivo histórico (cuyos papeles están en muy mal estado) y talleres de costura de la fundación española Ibo.

 

 

Dibujo en la puerta de un baño para indicar que es el de varones. 

 

Sus 4.000 habitantes viven, principalmente, de la pesca y la agricultura de subsistencia. Casi la mitad de la población tiene menos de 14 años, por lo que no solo los adultos realizan estas actividades, sino que también forman parte de la rutina cotidiana de los niños. De esta manera, mientras caminamos, es común ver a niños y jóvenes cargando agua, trasladando los pescados recién capturados del mar, transportando leña, descansando y jugando. Así transcurre el día, que se inicia bien temprano cuando se asoma el sol y se termina cuando la noche toma por sorpresa a la isla. La iluminación artificial es muy poca y es común que se corte, por eso cuando las estrellas cubren de blanco el cielo, casi todos permanecen en el interior de sus casas o se quedan conversando en la puerta, bajo la luza de la luna. ¿De qué hablarán? ¿Cuáles serás sus preocupaciones? ¿Y sus sueños? ¿Se preocuparán por las cosas que nos preocupamos nosotros tantas veces sin sentido? ¿Tendrán otras cosas en las que se preocupan que para nosotros no tienen sentido? ¿Querrán arreglar al mundo como en nuestras charlas de adolescentes cuando nos quedábamos horas conversando de noche en la puerta de casa?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

Ibo fue, durante muchos siglos y junto con Ilha de Mozambique, uno de los puertos de esclavos más importantes de la zona. Desde allí salían barcos repletos de personas que eran privadas de su libertad y de casi todos sus derechos como seres humanos. Desde allí comenzaba una historia oscura para la mayoría de ellos. Algunos, muchos, morían antes de salir. Otros, llegarían a «las americas» y no les iría mucho mejor. Huellas de un pasado donde los blancos se sentían superiores a los negros. Huellas de un pasado que todavía se palpita en algunos lugares de África.

 

 

 

Muchas veces escuchamos o leemos que los lugares «se detienen en el tiempo». A veces es solo un slogan turístico para promocionar un determinado sitio. Pero en el caso de Ibo es real. Muchos de sus principales edificios están igualitos a como los dejaron los portugueses cuando abandonaron la isla (el país) en 1975. Los únicos que se reciclaron fueron aquellos donde funcionan dependencias del gobierno local y aquellos adquiridos por extranjeros. La mayoría de estos últimos se transformaron en hoteles o lodges.
Si bien todavía no hay un turismo masivo en la isla… es cuestión de tiempo. La presencia de extranjeros va cambiando de a poco algunas de las costumbres locales. Por ejemplo, nos contaba Florencia, una chica argentina que vive en la isla, que hasta hace unos años no existía el dinero: todo era por trueque.
La Fundación Ibo junto con otras entidades y personas están tratando de que se desarrolle un turismo sustentable, que respete lo local y lo foráneo. Esperemos que se logre.

 

 

 

 

 

 Las casas están marcadas con números, por lo que si preguntás es muy fácil llegar a una. La nuestra tenía el número 79.

 

 

 

 

 

La historia tiene la particularidad de dejar huellas. Caminar por un sitio, recorrerlo, observar, detenerse en los detalles, conversar con las personas y tratar de mirar la realidad que nos rodea con los ojos de quienes están allí puede ayudarnos a descubrirlas. Visitar Ibo es un buen ejercicio para ponernos a prueba. El pasado dejó marcas en sus paredes, en su arquitectura dañada, en el idioma, en las costumbres, en las actividades de sus pobladores y en sus problemas sociales. El presente, con la presencia de extranjeros que, de a poco, llegan a la isla, y las nuevas posibilidades que el turismo le abre a los pobladores del lugar irá dejando nuevas huellas que conoceremos en el futuro. De todos depende el tipo de huellas que quedarán.

 

Información práctica para la Isla de Ibo.

– Para llegar es necesario ir primero hasta la aldea de Tandanhange. Hasta aquí se accede en chapa desde la ciudad de Pemba. El camino es bastante malo y, si se puede ir en 4×4, es mucho menos cansador. Una vez allí es necesario tomar algún barco (vela o motor) hasta la isla de Ibo. El precio se arregla en el momento. Es bueno consultar el estado de la marea antes de salir de Pemba para no esperar mucho en la aldea.

– La infraestructura de hoteles no es mucha. Hay tres hoteles «más lindos» (y más caros), algunos campings y la posibilidad de dormir en unas casas comunales. Todo se arregla una vez que se llega a la isla (aunque si se quiere ir a uno de los hoteles es bueno reservar antes).

– La oferta de «restaurantes» también es limitada. Mientras estuvimos nosotros solo uno abría todos los dias. Otros, preparan comidas si se encargan previamente. Una buena opción es comprar pescado a alguno de los pescadores en el muelle y llevarlos a un restaurante para que lo preparen.

 

Para despedirnos, unas sonrisas de regalo para que les alegren la semana! En la isla también hubo magia! Buena semana para todos! 

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