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Madryn, con “M” de Mimosa

“Mimosa” no es como nos recibe Cata, la perrita que convive con nosotros en estos días, cada vez que nos ve llegar. Mimosa es el nombre del velero en el que llegó el primer contingente de galeses en 1865 a tierras chubutenses.

 

Las leyendas urbanas cuentan que estos galeses llegaron a la costa del Golfo Nuevo, donde en la actualidad se ubica la ciudad de Puerto de Madryn, y se refugiaron durante varios días en unas cuevas naturales formadas en los acantilados. Como toda leyenda, tiene algo de cierto y algo de no tan cierto. Según la historia que se cuenta en el Museo del Desembarco, los galeses efectivamente pasaron algunos días en cuevas, pero no en las naturales (lo cual es lógico porque con la marea alta se llenan de agua) sino en unas que cavaron ellos mismos. Al parecer, eran 16 cuevas de las cuales solo quedan cuatro.

Cuevas naturales.

Cuevas artificiales.

 

La idea era asentarse en la zona, ya que el gobierno argentino les había prometido tierras para cultivar, pero cualquiera que haya estado en esta parte de la Patagonia sabe que lo que menos hay en este lugar es tierra fértil. Debido a esto y a la falta de agua dulce, el grupo decidió caminar hacia el sur en busca del preciado recurso. Cuando llegaron al río Chubut vieron en sus aguas la posibilidad de cultivar y allí se asentaron. Uno de los primeros asentamientos fue el que en la actualidad es la ciudad de Rawson , capital de la provincia del Chubut.  En ese momento la llamaron Trerawson (en galés: Pueblo de Rawson), en homenaje al ministro que había favorecido los trámites de radicación de los colonos en el país. Más adelante, decidieron incursionar por el valle del río Chubut y fundaron las ciudades de Trelew (Pueblo de Lewis, Luis, en homenaje al representante de los colonos ante el gobierno argentino, Lewis Jones) y otras localidades como Gaiman y Dolavon. La ciudad de Madryn, por su parte, comenzó a crecer a partir de la llegada del ferrocarril que unía las localidades del valle con el puerto del Golfo Nuevo.

Para los que estén interesados en conocer un poco más la vida de estos primeros galeses pueden encontrar mucha información en el Museo del Desembarco. Se llama así porque está armado en el lugar donde ocurrieron los hechos, arriba de las cuevas construidas por Love Jones Parry y sus compañeros.

Cada vez que miro la inmensidad de la aridez de este sector de la Patagonia, que se ve con apenas salir de las ciudades, pienso en la sensación de abandono que debieron sentir los primeros colonos y me vienen a la mente todos los inmigrantes. No sé si alguna vez les conté, pero además del tema de los lugares de la memoria, el de los inmigrantes es otro que ha despertado mi curiosidad y me ha llevado a llenar cajas y estantes con recortes de diarios y libros sobre el tema. Algún día escribiré un post sobre esto, pero por ahora solo quería contarles un pensamiento: mirando estas tierras e interiorizándome un poco más sobre estos colonos no pude dejar de pensar en todos los inmigrantes, no sólo los que llegaron a nuestro país, como algunos de mis abuelos y bisabuelos, sino también los que se van y llegan ahora, a la Argentina o a cualquier otro país del mundo. En general, el inmigrante se desplaza buscando un mejor lugar para vivir, una mejor calidad de vida y siempre me pregunto si realmente la encuentran. Cuando uno toma decisiones de este tipo se dejan algunas cosas de lado, pero como me dijo una amiga: “una vez que se toma una decisión así no hay que mirar atrás”. Simplemente porque dejamos algunas cosas, pero vivimos otras. La vida es una constante elección y lo importante es elegir lo que nos hace bien y felices. Y si las dos opciones que tenemos para elegir nos hacen felices, debemos aprender qué es lo mejor para nosotros en cada momento.
No me pregunten por qué, pero al pensar en todo esto llegaron a mi mente los migrantes más actuales, aquellos que deciden hacer del movimiento y del nomadismo un estilo de vida. En estos casos, las causas que los mueven son a veces las mismas que motivan a los otros inmigrantes, pero otras veces es una elección de vida. Los nómadas digitales (como se los llama por la posibilidad que les dan las nuevas tecnologías para trabajar mientras se mueven) hacen del planeta su casa y de la tecnología una herramienta fundamental para moverse, conectarse y trabajar. ¿Qué dirían ahora los primeros colonos galeses de los nómadas digitales actuales? ¿Tendrían los mismos sentimientos? ¿Se plantearían las mismas cosas?

 

Para despedirnos, un mensaje sencillo y directo para que cada uno se anime a elegir lo que lo hace feliz.

(Sueña más, quéjate menos; escucha más, habla menos; ama más, discute menos; esperánzate más, teme menos; relájate más, preocúpate menos; cree más, duda menos; juega más, trabaja menos).

Para ver los demás post de la serie de Puerto Madryn:

Puerto Madryn, con filtro.

Madryn, con «M» de Mar.

Madryn, con «M» de Mate.

«Escuche», el mejor consejo en una excursión a Península Valdés.

– ¡Por fin vi a los pingüinos en Punta Tombo!

 

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