Tener un hijo y escribir un libro (lo del árbol lo dejamos para más adelante)
Cuando nacemos deberíamos venir con un manual. No un manual con instrucciones de cómo funcionamos sino con algunas premisas básicas que deberíamos tener en cuenta a lo largo de nuestra de vida. No muchas, no muy específicas, sino más bien generales. Así le damos un poco de incertidumbre a la vida y dejamos que el camino nos sorprenda. Por ejemplo, entre esas premisas debería decir:
“Escribir un libro y tener un bebé al mismo tiempo son actividades incompatibles”
Pero como ese manual no existe y nadie nos dijo que eran actividades incompatibles nos largamos a la aventura de hacerlas al mismo tiempo. A veces nos miramos y pensamos que estamos locos. Pero de eso se trata un poco soñar…
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Estoy frente a la computadora pasando las correcciones que me grita Dino. Sí, grita, porque su voz debe ser más fuerte que el chillido de Tahiel. Sino no lo escucho. Tahiel está en sus brazos. Están parados frente a la computadora que tenemos en el escritorio. Dino lee las correcciones mientras se balancea para ver si, como por arte de magia, ese balanceo hace que Tahiel se calme. No lo logra.
Yo estoy en la mesa con mi notebook. Tengo el texto original donde vuelco las correcciones. Es el texto sobre la segunda parte del libro, sobre nuestro viaje a dedo desde Venezuela a la Argentina presentando el proyecto educativo-mágico. Queríamos enviarle esa parte a la diseñadora ese mismo día.
A pesar de los gritos de Tahiel, lo logramos.
A veces grita, pero después te pone esta sonrisa y te derrite…
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Son las 4 de la mañana. Tahiel se levanta por segunda vez en la noche para tomar la teta. Se llena pronto, duerme dos horas y tiene hambre de nuevo. Se despierta y, automáticamente me despierto yo. Por suerte no llora. Pero debe ser verdad lo del instinto porque siempre me despierto con él. Despertarse es una manera de decir porque siento que me muevo por inercia. Mientras le doy la teta mis pensamientos adquieren distintos “modos”, según el día.
Modo “planificar es al pedo”
Algunos días pienso en cómo será la noche y la mañana (una tiene que ver con la otra). Así es que en mi cabeza hago estos cálculos: “son las 4, ponele que se duerma a las 5. Se va a levantar otra vez a eso de las 7, come de nuevo y se duerme un rato más hasta las 9.30 o 10. No es tan malo. A eso de las 10.30 puedo empezar a corregir el texto que tengo pendiente”. Esto es en los planes (y en los sueños) porque Tahiel no se duerme a los 5, sino que me tiene despierta hasta las 6.30. Por lo tanto, todo se corre y nos levantamos a las 11.30 de la mañana. No hago nada. Y tengo sueño todo el día.
Modo “no puedo”
Otros días pienso en retrospectiva y me angustio. “Si queremos que el libro esté para la presentación en agosto, nos quedan dos meses y medio para editar, para corregir el estilo, para hacer la lectura crítica, para seleccionar las fotos, para diseñar la tapa, para encargar los mapas… ¡¡no llegamos!! Y me pongo a pensar en otra cosa porque sino me pongo a llorar.
Modo “creativo”
En otras oportunidades, en cambio, pienso cosas nuevas. ¿Nunca les pasó que se les ocurren las mejores ideas cuando están en las situaciones más insólitas? Bueno, estar semidespierta (o semidormida) a la madrugada, con Tahiel que me acaricia el pecho mientras se alimenta me pone creativa. No siempre, claro está. A veces el sueño me vence y me gana el mal humor. En estas oportunidades creativas pienso “ya sé qué título ponerle a tal sección, creo que puedo empezar ese texto con esta escena, me parece que es mejor tal tipografía para resaltar esa idea y así sucesivamente…”
A veces tengo tanto sueño que solo pienso en «Tener un libro, escribir un árbol y plantar un hijo…» (pero por suerte esto no pasa muy seguido).
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Es una tarde cualquiera de otoño porteño. Mientras yo preparo el pedido de mapas para la ilustradora, Dino tiene a Tahiel sobre sus piernas y me hace sugerencias. Estamos los tres alrededor de la mesa. Ambos me miran. Los tres nos reímos. Tahiel empezó a estirar sus manitos y hace unos días que quiere agarrar todo lo que le aparece cerca. Y los papeles sobre la mesa no son la excepción. Él también quiere participar. Lo que no sabe es que desde que nació ya forma parte de Magia en el Camino. Lo que no sabe es que a pesar de que nos demanda mucho tiempo estamos muy felices de que forme parte de nuestra aventura. Bueno, creo que esto último sí lo sabe…
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Pongo a hacer café. Preparo las tostadas para la merienda. Dino desde el escritorio me lee un texto que le gusta mucho como le quedó. «Está muy bueno», le digo. Mientras, Tahiel en su practicuna, al lado del escritorio, juega con sus muñecos y opina. Es que hace un tiempo que emite todo tipo de sonidos y «nos habla». Él también quiere decirle al papá que está muy lindo lo que escribió.
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Hace mucho que no publicamos en el blog. Hace mucho que no mantenemos la misma presencia de antes en las redes sociales. No es que nos falten historias, anécdotas, fotos o consejos para compartir con ustedes. Lo que nos falta es el tiempo para escribirlos.
Hoy decidí escribir este post. Me levanté pensando en escribirlo.
Quería contarles en qué anda nuestro proyecto del libro.
Está más vivo que nunca.
Sabemos que nos demandará un esfuerzo extra.
Sabemos que tardará un poco más de lo que habíamos planificado en un primer momento.
Pero sabemos que saldrá adelante. Por nuestra perseverancia y por la gran ayuda de todos los que se involucraron en este lindo sueño. Un sueño que nos permitirá seguir adelante con todo lo que implica Magia en el Camino.
Aunque cueste creerlo estamos en las etapas finales que, como editora, siento que son las más largas y complicadas. Pero vamos a seguir adelante. Cada palabra de aliento que nos escriben y cada ayuda que nos dan es un empujoncito para seguir. Gracias.
Cuando esta mañana abrí el Facebook aparecieron en el inicio dos carteles, que habían publicado dos personas distintas, pero que decían lo mismo:
“Nunca te rindas, las grandes cosas llevan tiempo”.
Leí los dos carteles. Leí la frase dos veces. Me dije: “estamos escribiendo un libro y estamos aprendiendo a vivir con un bebé”.
“Dos grandes cosas”, pensé. No nos vamos a rendir ahora.
(Nuestra libreta de anotaciones varias en la Isla de Ibo, Mozambique, noviembre 2012)
Y a pesar de esta sensación de ansiedad y «positivismo» que hoy me invade, no puedo evitar que de vez en cuando aparezcan esas «dudas frecuentes» típicas de las etapas finales de los grandes sueños y proyectos. Porque esto no deja de ser otro sueño más que nació a partir de Magia en el Camino. Parece casi inevitable, pero así como cuando empezamos un proyecto tenemos “preguntas frecuentes”, cuando estamos avanzando y vamos por las etapas finales surgen las “dudas frecuentes”.
Y nosotros no vamos a ser la excepción. Por eso, a veces nos preguntamos:
¿Quién va a leer nuestro libro?
¿Le interesará a alguien?
¿Les gustará cómo está escrito? ¿Les gustarán las fotos?
¿Llegaremos a terminarlo para agosto?
¿Podremos cubrir los gastos de impresión con la preventa?
¿Cómo serán las presentaciones por el país?
A veces las respuestas que nos damos son positivas, es como que nos damos fuerzas mutuamente para seguir y todo lo que hicimos nos gusta. A veces las respuestas son negativas y no nos gusta nada. Hasta nos planteamos si vale la pena seguir.
Igual, seguimos avanzando.
El libro está todo escrito y casi todo diseñado. (Parece poco, ¡pero es mucho avance!).
¡Y está quedando muy lindo!
Falta editarlo.
Falta la corrección y la lectura crítica.
Falta elegir las fotos.
Falta diseñar la tapa, aunque ya tenemos algunas ideas.
Faltan los mapas, aunque están en proceso.
Pero todo está en marcha. Pronto, habrá más novedades.
Hoy estoy positiva. ¡Buen fin de semana!
Nota: A pesar de tanto trabajo y esfuerzo, pudimos cumplir nuestro sueño. Hoy, octubre de 2014, el libro Magia es Viajar es una hermosa realidad. Podés adquirirlo haciendo chic en el siguiente botón. Gracias por sumarte a Magia en el Camino.
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