Palabras desconocidas que se vuelven comunes
Una de las cosas que más me gusta de buscar información sobre un destino desconocido es el descubrimiento de nuevas palabras, que se forman con las mismas letras que ya conozco, pero que alcanzan un significado muy diferente cuando están unidas de otra manera. Al principio, leemos los nombres de ciudades, pueblos, caminos, cascadas, parques y no sabemos ni cómo se pronuncian ni cómo se escriben. Son totalmente desconocidos. Son ajenos a nosotros. Y nunca pensamos que algún día nos íbamos a cruzar con ellos. Pero ahí están. Algunos, a lo mejor, los escuchamos cierta vez al pasar, pero no los tenemos incorporados. Otros, son tan diferentes a lo que conocemos que debemos leerlos dos o tres veces para asegurarnos de que los estamos entendiendo bien (aunque cuando llegamos al destino convencidos de que aprendimos a leerlos y pronunciarlos como creemos que se hace, nos enteramos de que se pronuncian de una manera totalmente diferente!).
De a poco, a medida que vamos mirando mapas y leyendo las guías o los blogs de viaje, esas palabras desconocidas se vuelven conocidas, familiares. Las adoptamos como propias. Las queremos. Las imaginamos. Las pronunciamos como si las conociéramos de toda la vida. Y, después, las extrañamos y recordamos con cariño.
Me pasó en el «antes» del viaje por Asia con palabras como padthai, naam, Luang Prabang, Chiang Mai, Melaka, Nong Kiaw, kho Tonsay, Sihanoukville, Ullan Bator, Listvyanka, Perm, Nuwara Eliya, etcétera, etcétera. Y es lo que me está pasando ahora que ojeo las primeras páginas de la guía del Sur de África. Aparecen palabras como Niassa, Maun, Quirimbas, Sesriem, Malolotja, Ezulwine… que pronto serán cotidianas para nosotros y esperemos que para ustedes también a través del blog.
La guía de viaje del Sur de África llegó a nuestras manos hace unas horas. Vino de una manera especial. Nos la trajo de regalo un amigo que estaba en España. Así que estamos super agradecidos con él. Gracias, Juan Pablo!!! La guía con los suricatos se va de viaje por tres meses… ¿veremos a alguno de estos animalitos? Son tan simpáticos…
Y mientras escribía estas breves líneas me vino a la mente una pregunta que muchas veces nos hacen…
¿De dónde sacamos información para viajar?
Una de las mejores fuentes de información para los viajeros son los blogs de viajes (no voy a decir otra cosa… pero es cierto!). En general, además de leer interesantes relatos que dan cuenta de experiencias reales, podemos obtener consejos prácticos, como la forma de desplazarnos o los cuidados al cruzar una determinada frontera.
Además están las guías de viaje. Si bien la más conocida y usada entre los latinoamericanos es Lonely Planet, existen muchas más. Algunos son fundamentalistas de usarlas y otros, de ni tocarlas. Ambas cosas nos parecen exageradas. Para nosotros son útiles en su punto justo. En algunos destinos las usamos y en otros, no. Eso sí, nunca seguimos al pie de la letra lo que dicen y nunca fuimos a un restaurante o a una agencia porque “lo dice en la guía”. Preferimos guiarnos por lo que nos van diciendo los viajeros en el camino: son las mejores guías de un viaje.
Otra opción son los libros. Sí, las novelas o los cuentos muchas veces tienen información sobre un lugar que no encontramos en las guías de viajes ni en los blogs. Si bien no nos van a decir el precio de una comida o por qué calle conviene caminar, nos pueden mostrar rincones de lugares que no figuran en otros lados. Además, ¿nunca les pasó que quieren conocer un lugar después de leer un cuento o una novela? A mí sí. Por ejemplo, después de leer Memorias de una Geisha me dieron más ganas de conocer Kioto y Japón. Y después de leer Antigua vida mía, no resistí la tentación de ir a Guatemala (y fui).
Pero ante esto me surge otra pregunta:
¿Es mejor conocer mucho o poco del destino al que vamos?
Es un debate que suele darse cuando hablamos con otros viajeros. En algunos casos, cuando uno se llena de información le quita espacio a la posibilidad de la sorpresa. Pero, al mismo tiempo, puede pasar que por no informarnos nos perdamos de hacer algo o de conocer un lugar que estaba a muy pocos kilómetros de donde estábamos, solo por no haberlo leído antes o por no haberlo escuchado en el camino.
Siempre contamos dos anécdotas que cuando algunos las escuchan nos tratan de «locos». Pero bueno, fueron situaciones reales y sentimientos propios que vivimos. Se las cuento.
Cuando en 2005 visitamos Machu Picchu yo sentí una especie de “decepción”. Lo pongo entre comillas porque no sé si es esa la palabra exacta, pero algo de eso pasó. Para los mochileros argentinos, uno de los primeros destinos es, después del sur de nuestro país, ir a Bolivia y Perú. Por eso, muchos de mis amigos y hasta mis hermanos ya habían ido hasta la ciudadela incaica y habían vuelto fascinados. Debido a esto, yo había escuchado miles de anécdotas y visto miles de fotos. Había leído mucho sobre el lugar y averiguado varios precios. Cuando llegamos a la ciudadela no sentí nada especial, es como que ya había estado allí. Es como que ya lo había visto. Además, el hecho de ver en la puerta de la ciudadela un restaurante “5 estrellas” y que haya que sacar un ticket con el logo de Machu Picchu para ir al baño… me decepcionó…. En cambio, a los dos días, fuimos al valle sagrado, del cual yo no había escuchado absolutamente nada ni había visto fotos (o no les había prestado atención) y me encantó. Quedé alucinada con las historias de cómo cultivaban y por qué lo hacían en el lugar que lo hacían, quedé fascinada con los sitios como Ollantaytambo y Pisac. No es que la ciudadela de Machu Picchu no sea espectacular. Lo es. Y nadie puede negarlo. Pero disfruté muchísimo más la visita al valle sagrado, con sus tonos de verde y sus terrazas de cultivos, o el sitio de Kuelap, en el norte de Perú, en nuestro último viaje, que la visita a la ciudadela de Machu Picchu.
¡¡Qué jóvenes que estábamos!!
Algo parecido nos pasó con el Taj Mahal… Nos gustó, nos pareció un lindo monumento, pero no sentimos nada especial al estar allí. En cambio, sí tuvimos esa sensación en otros lugares de India, como el fuerte de Jaisalmer o el lago de Pushkar. Son sensaciones personales, simplemente eso. Pero, últimamente, me está pasando que los lugares sobre los que menos información tengo son los que más me sorprenden y me gustan. Así que… no está tan mal que casi no hayamos tenido tiempo para leer y ver información sobre África. Vamos a dejar que nos sorprenda…
¿Ustedes usan guías de viaje? ¿Qué piensan de ellas? ¿De dónde sacan info para los viajes?
¿Te gustó el post? Te invitamos a compartirlo y a sumarte con un Me Gusta en la página de facebook de Magia en el Camino. También te esperamos en twitter acá. Gracias!
¿Ya conocés nuestro libro de viajes? Se llama «Magia es Viajar» y cuenta nuestras vivencias por Asia, África, América y Europa. Es una producción independiente y con tu compra nos ayudás a seguir con todo lo que implica Magia en el Camino. Para sumarte hacé click aquí.