Y al tercer día en Río de Janeiro… salió el sol
La primera vez en Río de Janeiro la ciudad nos recibió con lluvia, humedad y el famoso Cristo Redentor cubierto de andamios… pero no íbamos a dejar de hacer todo lo que Luis nos había organizado! Si quieren leer información más detallada y práctica sobre qué hacer en Río de Janeiro, puedenleer la categoría Río de Janeiro.
La ciudad “con los brazos abiertos de tarjeta postal” se encuentra en el centro de la costa brasilera. Nació desde la costa y se expandió entre los morros (montañas) como las aguas de un río se abren en brazos cuando se chocan con una isla o una gran roca. Por eso la urbanización es totalmente irregular, con muchos túneles para atravesar los morros y calles que suben y bajan. Además, desde casi cualquier punto de la ciudad se ven las montañas.
En este artículo pueden leer Cómo y cuándo visitar el Cristo Redentor.
Botafofo y barrio de Urca
Luis vive en el barrio de Botafogo, en lo que acá llaman una villa. Las villas son como condominios en los que se ingresa por una puerta principal a un patio al que dan todas las casas.
A los que viven en la ciudad de Río de Janeiro les dicen “cariocas”, pero a los que viven en el estado de Río de Janeiro se los conoce como “fluminenses”, aunque no simpaticen con ese club de fútbol.
La primera noche, como llegamos tarde, solo comimos algo rápido y nos fuimos a dormir, pero al otro día comenzó el recorrido… Si bien la lluvia logró que no podamos ir a una “ronda de zamba” ni a una “feria regional del nordeste”, pudimos hacer otras cosas.
Fuimos al barrio de Urca, uno de los barrios con mayor poder adquisitivo de la ciudad, y a la zona del Pan de Azúcar, uno de los morros más característicos. Como había que pagar (no era barato) y el día estaba muy nublado, decidimos no subir. Ya tendríamos lindas vistas de la ciudad desde otros puntos. Recorrimos la zona bajo una lluvia finita y molesta, pero soportable.
En este artículo pueden leer Cómo y cuándo visitar el Pan de Azúcar.
Favela Doña Marta
Luis quería presentarnos a un amigo chileno, Hugo, y fuimos a buscarlo a su casa. Hugo vive en la favela Doña Marta y para encontrar su casa sólo bastó con localizar la bandera chilena, un poco descolorida, que cuelga desde su balcón. Hugo es un chileno que vino por una maestría a la ciudad carioca, junto con su mujer y su hijo, Víctor Hugo.
Doña Marta es una “favela modelo”. La llaman así porque el gobierno invirtió mucho dinero en infraestructura: construyó escaleras con barandas, colocó alumbrado y gas y puso en funcionamiento un elevador (como los que hay en la ciudad de Valparaíso) para que la gente pueda subir y bajar más fácil y rápidamente.
Además, logró sacar al narcotráfico y puso “en su lugar” a una policía comunitaria. Esta favela se encuentra en la zona sur de la ciudad que, a diferencia de lo que ocurre en Buenos Aires, es la zona donde viven las personas con mayores recursos económicos. Por eso se cree que todo el esfuerzo puesto en esta favela tiene algo que ver con su ubicación.
También construyeron un muro con el objetivo de proteger el bioma de la mata atlántica que está presente en los morros. Sin embargo, off de record, se dice que fue para que la favela no se expanda. Algo parecido a esto es lo que ocurre en una de las salidas de la ciudad, donde se encuentran las favelas más pobres y más grandes, como la de Da Maré (La Marea). Allí, el gobierno colocó unos paneles blancos, con imágenes de la ciudad, con el supuesto objetivo de que los habitantes de esos lugares no sufran la contaminación sonora de la autopista. Pero “las malas lenguas” dicen que el objetivo sería otro: que no se vean esas favelas.
La unión del fútbol y visita al Maracaná
Dejando de lado este tema, en la favela de Doña Marta ahora todos parecen vivir en armonía y una de las cosas que los unió fue el fútbol. Como en ella hay habitantes de diferentes países (por ejemplo, los caboverdianos) y de diferentes estados de Brasil, se organizaron campeonatos de fútbol que generan una sana integración. Estábamos mirando uno de los partidos del campeonato cuando una lluvia torrencial con mucho viento nos empapó….Estábamos en la cima de la favela, por lo que había que esperar al elevador para bajar. Se tomó su tiempo en venir. Cuando logramos llegar al nivel del mar nos fuimos a lo de Luis a secarnos y a cambiarnos, comimos algo rápido y salimos para el Maracaná. En este enlace pueden ver un tour por el Maracaná.
Era domingo. Estábamos en Río de Janeiro. Jugaban el Flamengo-San Pablo. Teníamos que ir al Maracaná. Y fuimos (a pesar de la llovizna). El metro nos dejó casi en la puerta del estadio, sacamos los tickets y entramos sin problemas. El estadio es enorme, está muy bien cuidado, todos los sectores tienen butacas, los baños están impecables (hasta tienen papel higiénico) y se vende cerveza en las tribunas, como en el estadio Azteca.
Fue una pena el mal tiempo porque no fue mucha gente y no pudimos ver a la que, dicen, es la mejor hinchada de Brasil: la del Flamengo. El partido terminó 1 a 1, no fue gran cosa, pero estuvo muy bueno haber ido porque es uno de los estadios más míticos de América.
Otro de nuestros recorridos fue conocer las famosas playas de Ipanema y Copacabana. La primera nos pareció un poco más vieja y descuidada que la segunda.
El barrio de Lapa y Santa Teresa
También conocimos el barrio de Lapa, donde están los Arcos de Lapa, una construcción del siglo xviii que se utilizaba para distribuir agua a toda la ciudad. El barrio de Lapa es algo bohemio, con las paredes con muchos graffitis y bares antiguos. Allí conocimos a Jorge Selarón y su obra de la escalera con azulejos, que les contaremos más adelante.
Pegado a este barrio se encuentra el de Santa Teresa, que también se lo conoce como un barrio bohemio, pero mucho más cuidado. Desde sus callejuelas se pueden ver lindas vistas de la ciudad y por pocos reales se puede tomar un tranvía (acá lo llaman bondi) que recorre parte del barrio, pasa por arriba de los Arcos de Lapa y te deja en el medio de la city, justo al costado de la catedral y del edificio de Petrobras.
La catedral de Río de Janeiro es conocida por su forma cónica y sus vitrales. Fue inaugurada en 1976, así que es relativamente nueva.
No caminamos mucho por el centro, pero sí nos detuvimos a comer en uno de los tantos puestos de comida rápida que están por todos lados, donde se venden las empanadas y los bocados característicos con jugos de frutas naturales. Una forma rica y barata de almorzar.
En todos nuestros recorridos por la ciudad olíamos a comida casera y riquísima. Estos días en Brasil estamos probando comidas y bebidas muy ricas que les contaremos en otra entrada.
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