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De frigorífico a mercado de barrio

 

“Todos los carniceros guardaban las reces en la misma cámara” nos cuenta Rolando, sentado en la mesa del fondo del Antiguo Mercado de la Boca. No sólo recuerda ese detalle, sino que le vienen a la mente los viejos recuerdos juveniles del barrio de La Boca. “Salíamos hasta el Riachuelo, donde llegaban los barcos con sandías. El tipo sacaba una tabla, le ponía un mantel blanco, cortaba las sandías bien rojas y las vendía. Veías al padre de familia repartiendo un pedazo de sandía jugosa a cada uno de sus hijos. Era ‘la’ salida”, cuenta y parece que se le hace agua la boca recordando ese sabor.
Esas sandías se producían del otro lado del río, hoy uno de los ríos más contaminados del mundo.

La Boca se convirtió en los últimos años en uno de los barrios más “turísticos” de la ciudad de Buenos Aires. Pero a pesar de eso, todavía hay rincones que mucho no se visitan, que mucho no se exploran. Uno de ellos es el Antiguo Mercado de la Boca, a pesar de estar ubicado entre Caminito y el estadio de Boca Juniors, dos de los íconos más visitados de la ciudad.

 

En general, los visitantes se detienen en Caminito, sacan algunas fotos a una de las calles más coloridas de la ciudad, observan alguna pareja de tango, comen algo rico en alguno de los bares de la zona, recorren el pasaje Garibaldi y caminan hacia el estadio de Boca. Allí, ingresan al Museo de la Pasión Boquense, visitan el estadio y compran algún recuerdo.

Entrada a Caminito.

Uno de los tantos restaurantes que ofrecen opciones para almorzar.

Pasaje Garibaldi.

Muchos visitantes, para ir desde Caminito al estadio deciden caminar por la calle Del Valle Iberlucea con la mirada fija en descubrir el azul y amarillo del estadio. Las primeras dos cuadras todavía encuentran algunos locales de recuerdos y algún que otro edificio histórico, como el conventillo de 1876 que en la actualidad funciona como taller de arte El rincón de Lucia (http://www.elrincondelucia.com.ar), o el Bar Oriente, una de las confiterías más concurridas del barrio que hoy en día es un gimnasio.

Antiguo conventillo.

Antiguo Bar Oriente.

 

Calle Del Valle Iberlucea, cerca de Caminito.

 

Pero ya en la tercera cuadra, suelen acelerar el ritmo y no mirar hacia los costados. A lo mejor la mala fama del barrio en tiempos pasados ayuda a esa caminata apurada. Es una lástima. Se pierden de descubrir esos Rincones que esconde el barrio. Uno de ellos es el mercado del cual Rolando nos cuenta su historia. “Acá casi los turistas no entran porque no vendemos recuerdos ni fileteados ni hay show de tango, acá sólo podés ver negocios que venden productos para la gente del barrio. Las mujeres vienen a comprar algún regalito, los obreros se dan una vuelta al mediodía para comer un choripán o una comida casera… pero no mucho más que eso”. Sin embargo, hay mucho más. Es uno de esos lugares en los que, precisamente, podés sentir cómo vive la gente del barrio, qué hace, qué le gusta… Basta con pedirse una cerveza y sentarse en alguna mesa de los dos bares que hay en su interior para dejar pasar los minutos y dedicarse a observar y a escuchar las voces de los vecinos.

 

 

El amor al barrio, la infancia, los recuerdos y esos sentimientos hacia un lugar y su historia que muchas veces no sabemos explicar fueron los que motivaron a Rolando y su familia a querer mantener vivo este rincón de Buenos Aires. Primero era un matadero a cielo abierto, después se convirtió en un frigorífico, “se dice que fue el primer frigorífico de la ciudad, si salís podés ver del lado de la calle Juan de Dios Filiberto la fachada y arriba dice Mazzello”, nos cuenta Rolando mientras saluda efusivamente a los vecinos que pasean por los pasillos.
Al parecer, la familia Mazzello, italiana como no podía ser de otra manera en el barrio, eran los dueños originales del frigorífico. Con los años, vendieron la mitad del predio y lo que quedó se dividió en propiedad horizontal y se formaron 66 puestos. Rolando y su familia fueron adquiriendo poco a poco los locales del mercado y, en la actualidad, manejan el 80% de los mismos. “Esto era un baldío, cucarachas por todas partes. Nosotros arreglaron la terraza y las habitaciones de la parte superior, cambiamos la instalación eléctrica e hicimos, por ejemplo, las arcadas de hierro. Pero todo con dos mangos”, nos aclara el “dueño” del lugar mientras nos muestra un mapa de 1895 donde ya figura el “Mercado Garibaldi”, como se lo conocía por ese entonces.

En una de esas habitaciones recicladas vive Segio Horbat, artista responsable de los murales que decoran el techo del actual mercado. Sergio es de esos artistas tímidos, que no les gusta figurar ni que lo molesten mucho. Tiene su piecita arriba, come casi siempre en el mercado y colabora con los arreglos. Para ver su obra basta con levantar la mirada hacia el techo y disfrutar de las imágenes del barrio de La Boca: el carnaval, la murga, el tango, el puente transbordador, el colectivo, el carro de los bomberos y, como no podía faltar, el fútbol.
– “Esa soy yo”, me dice una señora que atiende uno de los tantos puestos de ropa del lugar mientras yo busco la manera de fotografiar las imágenes del techo.
– ¿Si?, le digo sorprendida.
– “Sí”, me dice convencida, “Mientras Sergio pintaba esa chica bailando yo le decía cómo la tenía que hacer, cómo era la pollera que se usaba en las murgas del barrio hace años… así que cuando terminó él me dijo que esa chica era yo”, me contaba orgullosa.

 

Rolando y Sergio. Sí, también hubo un poco de magia…

Cuando terminamos de conversar, Rolando nos invitó a recorrer el mercado. En el camino, nos mostró fotos del antiguo barrio de La Boca y de los personajes más sobresalientes, como don Banchero, el de la pizzería. Una de las que más me sorprendió fue la que puede verse el puente transbordador Nicolás Avellaneda con la plataforma suspendida y tirada por cables, que permitían el cruce de autos, carros con caballos, camiones y hasta el tranvía.

Ya cuando nos íbamos, un vecino que disfrutaba de una cerveza bien fría en la vereda, sobre una de las mesas también pintadas por Sergio, me hizo volver al inicio de la charla y recordar que todo esto empezó como un frigorífico: “Acá, vendían pollo, carne, cerdo, cordero, de todo. Cada uno se especializaba en un animal. Vos veías llegar a los barcos a las tres de la mañana con la mercadería… si habré comprado en este mercado…”

 

Recordando estas últimas palabras… creo que esta imagen es una buena síntesis del ayer y el hoy del mercado.

Curiosidad xeneize ¿o zeneize?

Apenas nos sentamos a conversar fue inevitable hablar sobre fútbol. Hugo Neira, el sobrino de Rolando es, además del que maneja gran parte del mercado y de la parrillada que allí se sirve, ex jugador de fútbol profesional. Para los que no saben, a los hinchas de Boca Juniors se les dice xeneize, con x, pero en realidad debería ser con z, ya que zeneize significa genovés, el dialecto de la Liguria (región italiana) y era el que hablaban muchos de los inmigrantes italianos que llegaron al barrio de La Boca. Entre esos italianos que hablaban «genovés» y eran «genoveses» surgieron los fundadores del club Boca Juniors.
Hugo también ofrece recorridos alternativos por el barrio con choripán incluido! Pueden ponerse en contacto con él  [email protected]

 

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