Johannesburgo: dicen que la primera impresión es la que cuenta
Aeropuerto moderno (como casi todos los de las grandes ciudades del mundo). Autopistas, muchas autopistas. Mientras viajamos desde el aeropuerto a la casa de nuestro couch, en un barrio de blancos, miro por la ventanilla. Desde allí observo la fisonomía de la ciudad. No puedo evitarlo. Veo los township, que son los barrios donde eran obligados a vivir los negros durante el Apartheid y que nos los habían presentado como las villas miserias en Argentina, pero no son así. Son barrios precarios, pero con construcciones de cemento y bastante organizados. Si bien en los alrededores de la ciudad sí se encuentran algunos asentamientos precarios como los que estamos acostumbrados a ver en Latinoamérica, no son los townhips (o por lo menos no son todos así). Cerca de estos barrios están los barrios con casas enormes y complejos de casas de alta categoría, con rejas, muros, cerca electrificada y carteles que nos avisan que “están protegidos”. Si bien viven en ellos algunas familias negras, son, principalmente barrios de blancos.
De solo dar “una vuelta” por la ciudad de Johannesburgo, o Joburg como le dicen sus habitantes, podemos identificar los barrios de negros y de blancos. En los primeros, hay vida en la calle, hay barullo, hay idas y vueltas, hay mercados callejeros. En los segundos prima el silencio y la soledad. Casi nadie camina por la calle, ya que se mueven en auto. Los autos salen de los estacionamientos de sus casas, suben a las autopistas y llegan a los enormes centros comerciales. Allí tienen de todo, no es necesario ir a buscar nada a otro lugar. Y para los que no quieren ir hasta el gran centro comercial, existen pequeños centros en los propios barrios de «casas lindas», bien al estilo estadounidense: estacionamiento, casas de comida rápida, algún bar y servicios como el correo o la lavandería.
Las fotos no son muy buenas porque fue difícil utilizar la cámara, pero algo se puede observar. En las primeras fotos, barrios de blancos y autopistas.
Pequeños centros comerciales al estilo estadounidense.
Algunos barrios precarios en los alrededores de Johannesburgo.
Creo que Johannesburgo es la ciudad sudafricana en la que más se percibe que el Apartheid solo terminó en los papeles. Se observa hasta en las cosas más cotidianas: los negros viajan en las combis, en el transporte público, y los blancos en sus autos. No quiere decir que no haya excepciones, pero por regla general es así.
En el centro de la ciudad quedan rastros de la historia reciente. Uno de sus edificios emblemáticos, uno alto y circular, símbolo de los negocios de “los blancos”, está en la actualidad ocupado por familias negras. El centro de la ciudad, aquel espacio prohibido para los negros hasta 1994, es en la actualidad, su baluarte. Pareciera que la lucha por el poder está centrada en la lucha por ese espacio de la ciudad. Siempre los espacios urbanos fueron o representaron espacios de poder, pero nunca lo había visto tan claro como en el caso de Johannesburgo.
Combis, el transporte urbano característico de las ciudades sudafricanas.
Estación de la línea del metrobus que se construyó para el mundial, pero que nunca se puso en funcionamiento.
Edificio «redondo».
Desde la ventana
Siempre decimos que las ciudades son para caminar, que «si caminás pasan cosas», pero lo que nos pasó en Johannesburgo fue raro: casi no nos dejaron caminar. Y cuando lo hicimos se nos acercaron varias personas a decirnos que no lo hagamos. Tuvimos la posibilidad de estar en diferentes sectores de la ciudad y de viajar en distintos autos. Y mientras viajábamos yo sentía que estaba conociendo la ciudad “desde la ventana”, que me faltaba sentirla de otra manera, como me gusta sentir las ciudades. Pero fue casi imposible. Mientras avanzábamos en los autos, nos contaban historias, nos decían “este es Hillbrow, el barrio más peligroso” o “acá ni se les ocurra bajar el vidrio” y así… De esta manera fue inevitable sentir que solo estaba conociendo la ciudad a través de un vidrio. Pero como nos gusta caminar, caminamos igual. No hicimos ninguna locura. No fuimos a los lugares que están «prohibidos» hasta para los propios habitantes de la ciudad, pero caminamos. Eso sí, de día. Anduvimos por los alrededores de la estación central, caminamos por los mercados cercanos, por la plaza Gandhi, observamos a las peluqueras en la calle, subimos al Carlton Center, desde donde se tienen vistas panorámicas de la ciudad y nos acercamos hasta el barrio Newton, el supuesto barrio cultural de la ciudad (aunque allí se acercó un señor a pedirnos por favor que nos tomemos un taxi y nos vayamos de la zona). También pasamos (pero siempre arriba de la combi) por el Puente Mandela, un nuevo símbolo de la ciudad que une dos barrios céntricos que se encontraban aislados por una zona ferroviaria intransitable.
Vistas desde el edificio conocido como Carlton Center, el más alto de la ciudad y, dicen, el de toda África.
Pero lo más interesante de la ciudad es visitar el Museo del Apartheid. Si bien hay otros museos relacionados con este tema, como la casa de Nelson Mandela y el Museo de Héctor Pieterson, en Soweto (barrio del que hablaremos en otro post), el del Apartheid se lleva todas nuestras recomendaciones.
Sin embargo, sería injusto decir que todo es «malo». La ciudad, como casi todas las ciudades del mundo, tiene sectores más lindos y sectores más feos, barrios más seguros y, otros, más peligrosos. Existen varios complejos aisaldos y pensados solo para el turista, a los que nosotros ni nos acercamos. Pero si la primera sensación que tenemos de un lugar es la que cuenta para definir a ese lugar, Johannesburgo se encuentra en la lista de ciudades a las que no volvería. Podría darle otra oportunidad, lo haría, pero no por el momento. Sé que no todos estarán de acuerdo conmigo, pero eso es lo bueno de poder contar libremente nuestras sensaciones y de instar a que cada uno saque sus propias conclusiones. Aunque estas dependan de la experiencia propia en cada lugar.
El estadio que se construyó para el mundial 2010 es otra de las atracciones de la ciudad, aunque casi nunca se puede visitar.
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