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San Luis, día 2: escuelas rurales, microcine y reflexiones

 

Nosotros también existimos! Esa es la sensación que tiene el maestro rural que nos recibió en Inti Huasi. Amante de su vocación, del campo y preocupado porque cada vez más familias migran hacia las ciudades y la escuela se queda sin alumnos…

El maestro Julio con sus tres alumnos observando fotos de cuando eran muchos más…

Nuestro segundo día en San Luis comenzó tempranito. Karo, Pupy y el azulejo pasaron por nosotros y en unos minutos ya estábamos en la ruta, con un sol hermoso iluminando las sierras y unos ricos mates de desayuno. Después de unos cuantos kilómetros llegamos a Paso del Rey. Allí, en la escuela número 146 nos esperaba la maestra Silvia y 11 chicos.
Cuando bajamos del auto Pupy dijo: «¡Si hay algo que me jode es que  estos pibes no tengan donde jugar!» mientras mirábamos el inmenso y hermoso verde que rodeaba a  la escuela y no podíamos dejar de reírnos del comentario.

Era nuestra primera presentación en una escuela rural de Argentina. Siguiendo el consejo de Karo, cambiamos algunas fotos de la selección que tenemos armada por algunas imágenes que muestran las mismas tareas que se hacen en el campo, pero en otros países. De esta manera, además de aprender de las diferencias culturales y de conocer un poquito del mundo a través de nuestras anécdotas y nuestras fotos, también pudimos reflexionar sobre las similitudes que ellos tienen con personas que se visten diferente, que comen otras cosas, pero que, como ellos, andan a caballo, carnean animales y lleva a pastar a sus cabras. Siempre decimos que las charlas son un aprendizaje mutuo y un intercambio enriquecedor y en esta visita pudimos corroborarlo. Aprendimos mucho sobre la relación de los chicos con las actividades rurales. Gracias, Karo, por el consejo!

 Emanuel, el nene de remera verde, ante nuestra pregunta de cuáles son sus sueños, nos dijo: «Yo quiero ser cuidador de cine». ¿Acomodador?, le preguntó Dino. «Nooooo, cuidador de cine!!», respondió enérgico abriendo las manitos y levantando los hombros. Y a todos los adultos se nos dibujó una enorme sonrisa.

Para terminar, como siempre, no podía faltar la magia y… las caras lo dicen todo. Como le contestamos a nuestro amigo Leandro en su comentario del post anterior: esas caras de asombro y esas sonrisas son las que nos cargan de energía para seguir haciendo lo que estamos haciendo. Descubrimos que nos llena de felicidad y nos emociona ver a los niños disfrutar de este hermoso arte.

 

Después de la foto de despedida, los agradecimientos mutuos y el mate con galletitas seguimos nuestro camino hacia el departamento de Coronel Pringles. Nuestro destino era la escuela de Julio, la número 116 de Ciénaga de Inti Huasi. Julio es de esas personas trabajadoras, amante de lo que hace y preocupado por el destino de su escuela: sólo tiene tres alumnos y una hermosa escuela. Si no aumenta la matrícula, posiblemente la escuela cierre…

 

Ese día estaban sus únicos tres alumnos: Darío, Jesús y Claudia. Pero además, estaban invitados los papás, así que después de la charla y el show disfrutamos con todos ellos unos ricos choripanes. Don Octavio, el papá de Jesús, llegó en su caballo galopando como si tuviera 15 años y la familia de Darío y Claudia se acercaron en su viejo Ford Falcon. Cuando traen a los chicos a caballo tardan una hora y media desde su casa hasta la escuela.

 

 

 

Les preguntamos a Darío y a Jesús si habían ido alguna vez a la ciudad y si les gustaba. Nos dijeron que sí (a ambas preguntas) pero que ellos preferían seguir aprendiendo y haciendo las cosas del campo. Para los chicos como ellos, la cotideaneidad es el verde del campo en la primavera y el verano, el frío y la nieve durante el invierno, el pastoreo de animales, cabalgar y carnear ovejas. A pesar de ser sus días tan diferentes a los de los chicos de la ciudad, todos ellos disfrutan de la magia con la misma intensidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando volvíamos a la ciudad, con el corazón feliz y ya preparándonos para la noche, tuvimos que poner a prueba al azulejo y pasó sin problemas!

 

La presentación a la noche, en el microcine de la Universidad de San Luis, fue completamente diferente a las de la mañana. En este caso, el público era en su mayor parte adulto y los temas que solemos tratar son algo distintos. Además, por primera vez hicimos una muestra de fotos más  «artísticas» y estuvo muy buena. Pero queremos rescatar algunas situaciones que nos invitaron a reflexionar y a corroborar algunas cosas.  Los invitamos a reflexionar con nosotros…

Situación 1
Un nene de 8 años que acompañó a sus papás a la presentación de Magia en el Camino en el Microcine de la Universidad de San Luis, le manifestó a su mamá que él también iba a viajar por el mundo cuando sea grande. Después de meditar unos minutos más en el asiento trasero del auto dijo: «pero… voy a tener que vender todo para viajar… y qué voy a hacer después?» Pasados unos minutos más, le preguntó a la mamá qué era viajar a dedo. (Se iba acordando de a poco todo lo que quería preguntar). Luego de escuchar la explicación de su mamá, agregó: «pero entonces… me van a matar!»

Un simple ejemplo de lo que los medios de comunicación pueden hacer con los niños (y con los adultos también…). ¿Por qué no tratamos de que haya más libros, más juegos, más títeres, más plazas, más amigos y menos tele…? Sabemos que para muchos papás no es fácil y nosotros no somos quiénes para decir lo que hay que hacer ya que ni siquiera somos padres, pero no es el primer ejemplo que escribimos en el blog sobre estas cosas que los chicos asimilan y repiten de lo que ven y escuchan en la tele. Pero bueno, es simplemente un deseo nuestro.

Situación 2
Cynthia es una chica mendocina que vive en San Luis, pero a las 19 años decidió ir «por amor» a Buenos Aires. Antes de partir, sus amigos y familiares le decían que no vaya, que es una ciudad muy grande, peligrosa, que la gente no se saluda por la calle, etcétera, etcétera. Cynthia fue igual, vivió en el barrio de Devoto, se movió por toda la ciudad y se dio cuenta de que no todos en Buenos Aires eran como le habían dicho.

Este un simple ejemplo, que se suma a varios de los que contamos en el blog, en el que, como escribió Dino en su descripción al inicio de este blog y como siempre repetimos: «los buenos son muchos más que los malos, pero los malos tienen más prensa». Uno no está exento de que le pase algo malo o de cruzarse con una «mala» persona, pero tratemos de no ir por la vida pensando que todos nos quieren hacer daño.  Nuestra experiencia en todas partes siempre fue que los buenos son muchos más que los malos…
Además, en este caso, se suma el tema de los prejuicios, de que muchas veces hablamos sin saber con certeza lo que estamos diciendo y por eso, podemos afirmar, que la «ignorancia es la madre de la intolerancia».

Son pequeñas cosas que la gente que nos cruzamos en el camino nos cuenta y nos invitan a reflexionar sobre qué hacemos cada uno de nosotros para evitar que estas cosas sigan pasando…

Más allá de estas reflexiones, la magia no faltó!

 

 

En unos días, más escuelas rurales! Una de ellas con una historia increíble… Esperamos sus comentarios en el blog!

Este post forma parte de nuestra visita a San Luis, pueden leer el primer post de la serie en este link.

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