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Sendero a la Cascada Ñivinco, un buen plan familiar

La Patagonia está llena de pequeños tesoros escondidos y uno de ellos es la Cascada Ñivinco y el hermoso sendero que se recorre para poder desfrutarla.
Cuando escuchamos sobre este lugar estábamos en Villa La Angostura y no dudamos en querer conocerlo. No es tan fácil identificar el cartel que indica que allí empieza el sendero hacia la cascada Ñivinco, pero si van por la ruta número 40, desde Villa La Angostura hacia San Martín de los Andes, se ubica sobre mano izquierda, a unos 13 kilómetros del desvío para Villa Traful.
Si no andan en vehículo propio, les recomendamos hacer dedo, porque no hay buses públicos que te acerquen.
Una vez que se cruza el cartel, se inicia el recorrido, ideal para hacer en familia. El primer tramo es el más abierto y el más fácil. El terreno es llano y, de a poco,  nos sumergimos en un hermoso bosque.

 

Luego de los primeros minutos de caminata toca cruzar un pequeño curso de agua. Muchos se sacan el calzado y lo atraviesan, aunque el agua suele estar bastante fría. Otros, buscan algún tronco y hacen equilibrio. Nosotros hicimos las dos cosas. Y fue una de las actividades que más le gustó a Tahiel porque, últimamente, quiere hacer equilibrio en cualquier superficie.
A partir de ese cruce, hay alguna que otra subida, pero todo muy sencillo y con «escalones» marcados. Lo lindo es que eso quiere decir que nos estamos acercando a la cascada.

 

Siempre que hacemos algún tipo de trekking o senderismo suelo poner en práctica una de las enseñanzas que aprendí en mis viejos años de scout: mirar hacia atrás. Casi siempre, cuando uno camina, suele mirar hacia adelante, hacia lo que le falta por caminar, pero no siempre miramos hacia atrás y, muchas veces, por no mirar, nos perdemos hermosos paisajes. Por eso, si están caminando por el sendero hacia la cascada Ñivinco, no dejen de mirar hacia atrás. Seguro que se encuentran algo como esto:

 

 

El final del recorrido es cuando el camino se hace más angosto y algo más empinado. El ruido del agua se hace más fuerte y es la señal esperada para poder decir «ya casi llegamos». Pero antes de «subir» hasta el mirador, se llega a la primera «playita». Desde ahí, se toma la pendiente y solo quedan unos pocos minutos para disfrutar del hermoso paisaje de la cascada Ñivinco.

 

 

Una vez arriba todos quieren volver a bajar para verla de cerca, sentarse en algún tronco o alguna roca y disfrutar de unos buenos mates. El agua está fría, pero siempre suele haber un valiente que se da un chapuzón o se pone a jugar con las caídas del agua. Nosotros solo nos quedamos unos minutos «quietos» en modo contemplación, porque Tahiel no paraba de treparse a todas partes y había que prestarle atención a sus movimientos.

 

El regreso es más rápido. Tahiel se engancha a conversar con unos chicos adolescentes que lo entretienen todo el camino y llega cansadísimo a la ruta. Lo disfrutó un montón. Y nosotros también.
Cuando después de la travesía, miramos desde la ruta hacia atrás y vimos dónde estaba la cascada, no pude más que preguntarme quién habrá sido el que la descubrió y cuántos otros lugares como este quedarán todavía por descubrir, sumergidos en el bosque.


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