Krems y un salto a la fama
Ella sabía lo que necesitábamos. No habíamos hablado mucho, pero lo intuía. A veces los amigos tienen esas cosas. Por eso, a las pocas horas de recibir mi mail nos respondió: «Se vienen a mi casa. Yo no estoy, pero mi mamá los va a buscar a la estación de trenes de Krems (está a dos cuadras de casa) y les da la llave. Se quedan el tiempo que quieran. Yo llego el martes, si quieren me esperan. Les va a gustar. Es un lugar pequeño, con mucho verde y el río al lado».
Lo relativo de «aquello conocido»
Y así fue que llegamos a Krems, una pequeña ciudad a orillas del Danubio, a 70 km hacia el noreste de Viena, donde la naturaleza y la historia se mezclan y dejan espacio para el descanso que fuimos a buscar. Una pequeña ciudad que jamás hubiéramos ido a conocer porque, simplemente, no sabíamos que existía. Pero existe. Y para muchos es tan conocida como para nosotros es Mar del Plata.
Uno de los aprendizajes de los viajes es entender lo relativo que son las cosas. Para los que vivimos en Sudamérica, por ejemplo, Krems no es una ciudad que podríamos decir «conocida». Más bien creo que no la conoce casi nadie. La ciudad de Austria que más escuchamos nombrar es, sin dudas, Viena. Nosotros nunca hubiéramos llegado a esta ciudad si no hubiera sido porque nuestra amiga Elena vive allí.
Pero para muchos austríacos, alemanes, checos y eslovenos, por nombrar solo algunos, Krems es una ciudad muy conocida. No solo eso. Es uno de los lugares de paso obligado para realizar algún circuito por sus viñedos o en bicicleta bordeando el río Danubio. Krems está en «la lista de lugares a conocer» de muchos de ellos y hasta hablan de la famosa iglesia, de la famosa ruta o de la famosa casa de tapas y vino. Me sorprende la facilidad con que muchas veces perdemos de vista que aquello que es famoso y conocido para nosotros, no lo es para muchas otras personas. O al revés.
Viajando me di cuenta que el mundo es demasiado grande, que hay miles de lugares interesantes para conocer (¡mi lista es cada vez más extensa!) y que muchos de ellos todavía ni sé que existen! Krems fue uno de esos lugares. Totalmente desconocido para nosotros, pero muy famoso para quienes viven en esa partecita del mundo.
Y, desde ahora, una ciudad que para nosotros saltó a la fama.
Una tarde nos fuimos a pasear por los viñedos y tuvimos estas hermosas vistas.
Llegada a Krems
Apenas bajamos del tren que nos traía desde Praga vimos a la mamá de Elena. Era imposible no reconocerla porque es igual a su hija. Con una sonrisa enorme nos recibió y nos acompañó al departamento. Luego de darnos todas las indicaciones, nos despedimos y quedamos en vernos para festejar el cumpleaños de Dino.
En el living nos esperaba una sorpresa. Elena nos había dejado sobre la mesa algunos regalos que nos alegraron el día:
- Un peluche de canguro (que ahora se llama Elena) para Tahiel.
- Botella con jugo de apricot, que es como el damasco y se cultiva en la zona.
- Folleto y mapa de la ciudad (para mi colección de mapas).
- Una navegación por el río Danubio.
- Paquete de caramelos típicos del lugar.
- Y una hermosa carta.
Qué hacer en Krems
Estuvimos unos días en la ciudad y nos dedicamos a descansar y a pasear por su casco histórico. Un lugar tranquilo, donde la gente camina despacio, sin apuro, donde las calles parecen estar siempre vacías, donde los amigos se sientan a tomar un café o una cerveza a cualquier hora del día y donde no paramos de encontrar turistas, felices de tachar «krems» de su lista de «lugares para visitar».
Circuitos en bicicleta bordeando el Danubio
Una de las actividades que más personas realizan por esta parte del mundo es un circuito en bicicleta que recorre todo el río Danubio, desde su nacimiento, en Alemania, hasta su desembocadura, en el Mar Negro. Ese circuito pasa por Krems.
Claro que no todos cubren los aproximadamente 2.800 kilómetros de longitud que tiene uno de los ríos más largos de Europa. Muchos deciden recorrer solo un tramo, por ejemplo, desde Viena hasta Krems o hasta alguno de sus pueblos vecinos.
Entre los pueblos con viñedos se encuentran Dürnstein (el más típico de la región), Spitz, Weissenkirchen, Strass (donde fuimos a conocer al resto de la familia de Elena) y Langenlois.
El camino es muy bello, atraviesa montañas, viñedos y pequeños pueblos en los que es una actividad obligada parar en un Heuriger. ¿Qué son los Heuriger? Son bares de vinos y tapas, que generalmente no tienen mesas «a la calle» y, para saber dónde se ubican o si están abiertos, colocan una señal en la puerta. La señal suele ser un objeto hecho con plumas, alambres y banderines. La comida es riquísima (y el vino también).
Este es el Heuriger que fuimos con Elena. Tenía esa señal que ven en la segunda foto y comimos las ricas tapas que ven la tercera imagen.
Navegación por el Danubio
Para los que prefieren ver el río «desde adentro», pueden optar por alguno de los cruceros que se realizan en la zona. Desde Krems salen varias embarcaciones que hacen un recorrido por las aguas del Danubio de una o más horas.
Las embarcaciones para en los principales pueblos cercanos en los que hay castillos abandonados, más viñedos, iglesias antiguas y fortificaciones. Muchos optan por subir sus bicicletas al barco, bajarse en algún pueblo, recorrer en dos ruedas sus alrededores y volver a Krems en el barco de la noche. Entre esos pueblos se encuentra el de Willendorf, donde se descubrió la estatua de la fertilidad de más de 25.000 años, conocida como «La Venus de Willendorf». Pueden ver algunos de los recorridos en esta web.
Elena nos había invitado a subirnos a uno de los barcos de Brandner y ahí estuvimos a la hora pautada.
Una de las cosas que más nos gustó de la navegación con ellos fue que había un sector para niños! Desde que nació Tahiel entendemos lo importante que es la existencia de estos espacios para que los padres podamos disfrutar de alguna actividad.
No era la primera vez que hacíamos una navegación con Tahiel y siempre estuvimos corriéndolo por todas partes. Esta vez fue diferente, porque él estaba totalmente ocupado en su mundo de tizas, colores, barcos y libros, y nosotros pudimos apreciar el paisaje. Creemos que para las empresas no es tanto esfuerzo y para los padres es un gran beneficio.
Krems quedará para nosotros en la lista de aquellos lugares que recordaremos por siempre. No sólo porque encontramos esos días de descanso y de rutina que a veces se necesitan cuando viajas con un bebé, sino también porque pudimos conocer de cerca un pedacito del mundo de nuestra amiga. Una amiga que el camino hizo que nos conozcamos en Mendoza, hace varios años, y que la magia del camino hizo que nos reencontráramos en Buenos Aires y en Krems. ¡Gracias, Elena, por todo!
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