Encontrar la respuesta en un cartel
Un texto reflexivo que necesitaba escribir. Un texto que gira en torno a dudar, elegir, ver las señales y encontrar la respuesta en un cartel.
DUDAR
Hace un tiempo, más precisamente desde que terminó la vorágine del libro y sus presentaciones, después del accidente en la ruta y mientras comenzaba nuestro #europamágica2015 me surgieron un montón de preguntas. Casi todas empezaron a girar en torno a Tahiel. Y digo esto porque estoy casi segura que ninguna de esas preguntas estarían rondando en mi cabeza si Tahiel no hubiera llegado a nuestras vidas. La presencia de un hijo te cambia tanto, pero tanto (aunque sea una frase hecha es una de las frases hechas más ciertas) que toda la estructura que tenías armada, que todas esas verdades que formaban parte de tus manifiestos internos comienzan a derrumbarse (o, por lo menos, a tambalear). Claro que no le pasa a todos. Algunos no se plantean nada. Y tampoco esta mal, supongo. Al fin y al cabo “el pensamiento es una autopista a la tristeza”, dice Capusotto y, a veces, creo que es verdad.
Otras, en cambio, siento que es bueno preguntarse y replantearse las cosas. Aunque cueste aceptar las respuestas que nos surgen desde el corazón. O no.
Más allá de las preguntas o replanteos que imagino le llegan a todos los padres, las mías también están relacionadas con los viajes y con esas frases hechas que tan fácilmente incorporamos a nuestro vocabulario.
Y una de las primeras dudas que me surge es: ¿Realmente queremos “vivir” de viaje? Ante la que, casi instantáneamente, le sigue esta: ¿Qué significa vivir viajando?
¿Vivir viajando significa estar la mayor parte de los días del año moviéndonos de un lugar a otro? ¿Significa no estar en nuestro país de nacimiento? ¿Significa no tener una casa a la que volver donde estén nuestras pequeñas cosas? ¿Significa no tener cosas? ¿Significa no tener un trabajo fijo en un lugar particular y obtener el dinero a partir del trabajo que hacemos a medida que nos movemos? ¿Significa ser nómada digital y tener varias casas y varios lugares a los que volver? ¿Significa no tener un lugar al que volver? ¿Qué significa?
¿Se puede vivir viajando?
Aunque todavía no conozco a nadie que haya estado hasta sus últimos días en ese estado, claro que se puede vivir viajando. Si consideramos que vivir viajando es moverse por el mundo a medida que vamos trabajando para seguir moviéndonos, sí se puede. Solo hay que conseguir alguna actividad para generar dinero en el camino. En nuestro blog de viajes, en la sección de tips viajeros, van a encontrar muchas maneras de hacerlo y sustentarse durante el camino.
Cuando me preguntaban si me veía toda mi vida viajando siempre respondía que sí. La respuesta se basaba en mi realidad de ese momento. Me veía toda la vida en movimiento, cambiando de lugar de residencia, estando algunos meses quieta en un lugar para volver a salir, conociendo nuevos países y culturas, nuevas personas, nuevas realidades y me veía totalmente sumergida en el mundo del turismo y los viajes.
Si tuviera que responder esa pregunta ahora la respuesta sería diferente, pero casi igual. Es decir, me imagino que voy a seguir viajando el resto de mi vida, que voy a conocer nuevos países y culturas, pero lo imagino sin tanto movimiento y a otro ritmo, sin estar totalmente sumergida en la vorágine que generan, a veces, los viajes (o los viajes con blog).
Es que apareció Tahiel.
Y con él una nueva etapa. Y nuevas preguntas. No solo en nuestra vida propiamente dicha, sino que se abrió una nueva etapa en Magia en el Camino, que lo incluye plenamente. Ya no somos dos y, por lo tanto, ya las prioridades no las ponemos nosotros. Ahora somos tres. Y todos decidimos (Sí, aunque Tahiel todavía no pueda hacerlo del todo, tratamos de escuchar e interpretar lo que le gusta).
Quiero seguir viajando, quiero seguir trabajando de cosas relacionadas con mis viajes, quiero escribir nuestro segundo libro (que ya tiene nombre y primer capítulo), pero no quiero vivir viajando en el sentido que lo decía antes. No sé muy bien cuál es la diferencia con la etapa anterior en la que respondía que sí, porque es casi lo mismo, pero no tanto (same same but different, dirían en el Sudeste Asiático). Creo que ahora juega mucho el tema del arraigo y la pertenencia.
Creo que ahora juega el tema de que ya no decido por mí misma. Ahora tomo decisiones por otro. Y ese otro nos sigue sin saber muy bien a dónde. Si bien siempre que tomamos decisiones por nuestros hijos las tomamos pensando en que son las mejores para ellos, en el fondo no lo sabemos. Posiblemente, muchas cosas que les reclamamos a nuestros padres ellos las hicieron pensando que hacían lo mejor para nosotros.
ELEGIR
“Un viaje sin fecha de retorno, volver porque querés volver y no porque tenés que volver”. Esta es la definición de libertad que siempre dice Dino. Yo no la veo solo en «el volver de un viaje», la libertad la veo en la posibilidad de elegir, así, en general. Elegir lo que queremos y no queremos hacer. Y jugarnos por eso.
Desde que empezamos con Magia en el Camino, desde que decidimos cambiar nuestra vida para poder disponer más de nuestro tiempo y usarlo en lo que más queríamos, esa es la idea que nos rige: tratar de ser lo más libres posibles eligiendo lo que queremos elegir. En cuanto a los viajes, yo siempre volví porque quise. Siempre sentí esas ganas de volver. Volver al hogar, a lo conocido, a reencontrarme con mis seres queridos y con mis cosas. No importa qué cosas, no importa cuántas cosas, pero mías.
Siempre me gustó viajar. Y siempre sostuve que el viaje tiene tres momentos: el antes, el durante y el después. Y el después es volver. Y está bueno. No todos los que viajan siempre piensan lo mismo. Uno es Dino. Él siempre sufrió la llamada «depresión postviaje». Siempre volvió y quiso irse enseguida. A mí, el “irse de nuevo” siempre tardó en llegarme un poco más que a Dino. Llegaba, claro, pero siempre tardaba más.
Lo importante de todo esto es elegir, elegir cuando queremos volver y cuando queremos seguir, elegir cuando parar y cuando arrancar. Pero creo que esto es así en la vida. Elegir qué estudiar o en qué trabajar. Elegir dónde vivir. Elegir con quién estar. Creo que el elegir es una de las bases de la felicidad. Claro que no siempre es fácil y muchas veces tendremos que hacer cosas que no nos gustan tanto, pero que son el medio para llegar a ese fin que elegimos. Muchas veces elegimos una carrera que nos encanta, pero hay materias que odiamos. Muchas veces elegimos dejar la comodidad del trabajo con el sueldo a fin de mes, pero hay meses que no hay trabajo freelance y lo sufrimos. Muchas veces elegimos irnos de viaje a un destino soñado, pero en el medio del viaje tenemos que hacer algo que no nos gusta tanto. Pero si el fin es lo que elegimos, sortear esas pequeñas piedras que aparecen en el camino es más fácil.
SEÑALES
«Los blogs de viaje mienten un poco», me dice, palabras más palabras menos, una chica que el año pasado renunció a su trabajo y se fue de viaje con su pareja y su hijo.
«Hacen ver que todo es fácil y una vez que estás en el baile te das cuenta que no es tan así”, me aclara antes de que yo pregunte.
Yo creo que no mienten. Es más, le digo, hay una tendencia a escribir post como «las 10 cosas que nadie me dijo de viajar con bebés y niños pequeños«. Puede ser que a veces no cuenten toda la verdad, pero técnicamente no mienten. Cuentan lo que hacen y cómo lo logran. Cuentan que se puede viajar con poca plata y cómo lo lograron ellos, pero a lo mejor no te cuentan que la mayoría de los días putearon porque les costó viajar así. Le digo que son elecciones y son etapas. Cuando uno lee un post en el blog es muy importante leer la fecha de publicación. En nuestro blog, por ejemplo, vas a encontrar algunos post con ideas o consejos de cómo viajar muy barato que ahora, en nuestra nueva etapa como familia viajera no usaríamos, pero eso no quiere decir que en ese momento no lo hayamos puesto en práctica o que no sean útiles para los que quieran hacerlo ahora. Sí, es verdad que no siempre se dice que lograr o hacer determinada acción es cansador y agotador.
“Sí, pero nadie te dice la parte que los chicos sufren. Mi hijo la pasó muy bien en el viaje, hizo cosas increíbles, conoció hermosos lugares, le pude explicar algunas cosas en vivo y en directo, pero extrañó mucho. Quería ver a sus abuelos, quería jugar con sus amigos, quería ir al colegio. Esa fue una de las razones por las que volvimos”, remata mi argumento y yo me quedo pensando.
***
–¿Qué es lo que más te pesa de la vida que llevás?, le preguntó Dino a Pampa, el hijo mayor de la familia Zapp (una familia que hace más de 10 años que viaja por el mundo en un auto antiguo) durante los cuatro días que pasamos con ellos en Johannesburgo.
–Irme de las casas donde hay chicos. –le respondió Pampa con una sensibilidad increíble.
Cuando escuché esas palabras de Pampa nosotros no teníamos hijos, pero estábamos pensando si tenerlos o no. Cuando uno está en esa etapa previa a intentar ser padres suele plantearse algunas cosas (aunque muchos sostienen que si lo pensás y racionalizás demasiado no los tenés nunca). Una de las cuestiones que conversábamos era sobre cómo íbamos a hacer para viajar con él y no generarle esos sentimientos. Porque es uno el que decide viajar. No ellos. Ellos lo disfrutan, claro, pero también sufren la parte sentimental, por llamarla de alguna manera. Los grandes también, pero lo elegimos.
***
Nos fuimos tres días a Chascomús para pasar mi cumpleaños. Hacía dos meses que habíamos vuelto a nuestra casa. Tahiel había empezado a tener una mini rutina. Iba a la plaza, a la calesita y a la casa de sus abuelos. Los tres días que estuvimos en Chascomús preguntó por la casa de los abuelos y la calita de Nelson (calesita de Nelson). Una mañana, mientras desayunábamos, nos pusimos a conversar sobre eso. ¿Qué iba a pasar cuando Tahiel vaya al jardín y nos lo llevemos unos días o semanas de viaje? Va a querer volver al jardín (nos respondíamos). Y ahora que ya va al jardín y veo cómo disfruta esa actividad sé que lo va a extrañar mucho. Claro que después se le va a pasar. Como le pasó en Chascomús.
Preguntará una o dos veces y seguirá haciendo otra cosa. Es como cuando estás de viaje por mucho tiempo y el día en que se celebra un evento importante en tu familia y no estás te ponés algo triste y quisieras teletransportarte a ese lugar y tiempo, pasar ese día, abrazar a todos, reírte, comer cosas ricas y, al otro día, cuando ese evento ya terminó y todo está otra vez en su «normalidad», vos querés tomarte el primer vuelo y volver a tu viaje. Cuando se apoderan de vos esos sentimientos en los viajes pensás en todo lo bueno que estás viviendo y no te sentís tan mal por no estar presente en ese momento. Posiblemente a Tahiel en esos casos no le pase nada «malo» y solo repita que quiere ir al jardín y jugar con sus amigos. ¿Pero por qué lo tengo que privar de eso si es algo de lo que más disfruta? ¿Lo estoy privando si solo me lo llevo unos días de viaje? ¿Qué pasa si decidimos irnos otra vez por un año o siete meses? ¿O solo le estoy sumando experiencias a su vida? Creo que me inclino más por lo último aunque solo hablo desde mi experiencia de jardín de infantes. No sé cómo será cuando esté en la primaria o en la secundaria. A lo mejor seguiremos solo con los viajes durante los meses de vacaciones (tanto de verano como de invierno), a lo mejor solo haremos viajes cortos por unos años, a lo mejor hará algunos años de educación a distancia y otros no. No sé. Son todas incógnitas que se irán develando solas con el correr de los años. Ahora, disfruta terriblemente su jardín de infantes. Y cuando ves feliz a tu hijo estás feliz vos.
Ante estos tres sucesos que ocurrieron en diferentes años y momentos, pero que fueron quedando grabados en mi mente porque sabía que algún día llegarían planteos de ese tipo a mi vida, es que me puse a buscar una respuesta.
¿Cómo hago para unir las ganas de viajar, de moverme, de estar un tiempo en un lugar y otro tiempo en otro, del gusto por esa adrenalina de no saber muy bien qué va a pasar al otro día o a quién vamos a conocer con las ganas simultáneas de volver, de estar acá, de que Tahiel genere vínculos?
A veces las respuestas llegan en el momento en que menos lo esperás y en el lugar que no te imaginás. Es como la inspiración para una nota. En el escritorio, frente a la computadora, casi nunca llega. Se me ocurre el inicio, el final o el hilo de la nota mientras estoy cocinando, en la cama tratando de dormirme (y nunca tengo dónde anotarlo), en la ducha o en el colectivo.
Y así pasó con la respuesta que estaba buscando.
Apareció en un cartel.
En un cartel pegado sobre una de las paredes del jardín al que va Tahiel.
En un cartel que está “de costado”, que no siempre se ve, salvo que mires.
Y yo miré.
Y lo leí.
Y se cerró el círculo.
Por lo menos de mis pensamientos.
Y me quedé tranquila.
Por lo menos momentáneamente. Y eso es importante.
La frase va más allá de los viajes, claro está.
El cartel era este:
Está bueno ser ciudadanos del mundo, pero también está bueno pertenecer a un lugar. Está bueno volar, pero también está bueno tener raíces. Está bueno entender que hay etapas y ciclos. Algunos apuntan a brindar raíces y otros, alas. Las raíces no hacen referencia a lo territorial (o a lo que podríamos llamar la «argentinidad» en nuestro caso). Las alas no hacen referencia solo a viajar. Va más allá de eso. Las raíces forman parte de nuestra identidad, de nuestra historia, se relaciona con los afectos. Y en esa identidad y en esa historia está el compartir con la gente querida muchos momentos. Las alas se relacionan con la libertad de elegir.
Quiero que Tahiel viva pequeños-grandes momentos con su familia y amigos.
Quiero que tenga recuerdos de infancia.
Quiero que tenga su lugar de pertenencia.
Quiero que tenga sus amigos del barrio y del cole.
Quiero que pida ir a jugar con sus abuelos y primos.
Quiero que sea libre para elegir.
Pero también quiero que viaje mucho. Con nosotros y, después, solo o con sus pares.
Quiero inculcarle la idea de un mundo por conocer, diferente, con cosas muy buenas y con cosas no tan buenas. Quiero que vea con sus ojos, que huela y sienta lo que se vive o cómo se vive en otros rincones del mundo.
Quiero que entienda y vea lo que le enseñan en el colegio en vivo y en directo.
Quiero que viaje para perder la noción del tiempo y no saber en qué día vive.
Quiero que disfrute de los sabores nuevos.
Quiero que no sufra los domingos ni los lunes (como le pasaba a su papá antes de formar Magia en el Camino).
Quiero que haga viajes cortos y viajes largos.
Quiero que aprenda a disfrutar los momentos.
Quiero que se quede quieto y que se mueva.
Quiero que viajemos juntos. Nos queda mucho por conocer. Y es un sueño poder conocerlo de a tres.
Quiero darle alas, aunque sé que posiblemente eso lo aleje de mí.
Quiero darle raíces, también, para que el lazo que nos una sea fuerte y siempre quiera verme.
Quiero que los tres seamos eternos viajeros, pero en la nueva concepción que siento ahora. En la que haya un ida y vuelta. En la que haya ganas de irse y de volver. En la que haya un antes y un después. En la que haya raíces y alas.
“La libertad no necesita alas, lo que necesita es echar raíces” (Octavio Paz).
Para terminar, un video de Tahiel que nos inspira a darle raíces y alas.
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